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Chávez y España

Chávez y España

domingo 02 de diciembre de 2007, 05:15h

El ataque de Chávez contra el ex presidente del gobierno español exhuma el resentimiento causado por el apoyo de Aznar al golpe de estado que expulsó temporalmente de Miraflores al teniente coronel. El embajador de Aznar se personó entonces en el palacio presidencial en una señal de reconocimiento de Carmona como nuevo mandatario. Este guión, sin embargo, es incompleto.

Por un lado, el diplomático español acudió a lo que se interpretó como reconocimiento en compañía del embajador estadounidense. Por otro, la presencia protagónica del representante de Aznar se explicó en su momento desde Madrid no solamente como una iniciativa española, por su raigambre en América Latina, sino como líder de la UE, de la que supuestamente sería delegado por su condición de presidencia en ese primer semestre de 2002. Chávez no le perdonaría a Aznar nunca la acción de tandem con Estados Unidos. La excusa de la presidencia de la UE era entonces consonante con la energía ejercida por Madrid en aprovechar esa autoridad, no para liderar a la propia UE, sino para demostrar la lealtad hacia Washington, no solamente en su lucha contra el terrorismo internacional, sino otros retazos de la agenda de Bush.

La revancha de Chávez llegó en Santiago. Arremetió contra Aznar, en un alarde de mala educación y sorpresivo inoportunismo. Fue una apuesta por dinamitar la cumbre (que le molesta en su estrategia continental), a la que había decidido asistir, para seguir ocupando el espacio mediático dejado hace años por el Comandante en Jefe por antonomasia. La reacción del rey Juan Carlos y la escalada de Chávez y el presidente nicaragüense Daniel Ortega contra España y la figura real rebasaron las dimensiones del incidente centrado en la actividad pasada de Aznar. Se enfocaron en la percepción de España en América, y la manipulación de su papel en la historia y en el presente latinoamericano.

¿Por qué Chávez insiste en el discurso antiimperialista y anticolonial, a 200 años de la conmemoración en 2010 del principio del proceso de la independencia de las nuevas repúblicas? ¿Por qué Chávez y otros parecen tener un especial interés en atacar unos aspectos de la cultura española? Como populistas, ¿por qué extienden el discurso antes reservado contra Washington a España? ¿Por qué alarga la crisis exigiendo las disculpas del rey? ¿Qué, en rigor, quiere decir cuando ''congela'' las relaciones con España? En una Venezuela de base inmigratoria, predominantemente española y reciente (300,000 residentes), ¿hacia quién está dirigido ese mensaje?

Una explicación plausible es que puede haberse agotado la imagen tradicional de la raíz española. Ha estado compuesta, hasta muy recientemente, en el arribo de inmigrantes pobres y hambrientos, refugiados políticos, sacerdotes, monjas, y ONGs modestas, dependientes de la financiación estatal, privada y europea. Ahora, insólitamente, han sido sustituidos por empresas que dominan las industrias y sectores antes monopolizadas por criollos beneficiarios del expolio del estado populista. De esa manera, hoy la corona española y la democracia consolidada se paralelizan con el imperialismo norteamericano y, paradójicamente, la inserción en la Unión Europea, percibida como apéndice del neoliberalismo.

Está por ver, sin embargo, si la marca histórica, cultural y sentimental de España será capaz de resistir los embates del neo antiimperialismo. De momento, afortunadamente, los emigrantes latinoamericanos se sienten más atraídos por España que por el resto de Europa. De ahí que Correa se muestre más prudente al contar con millares de inmigrantes ecuatorianos en España, que le mandan remesas cuantiosas. Solamente Estados Unidos (el otro ''imperio'' objeto de fobias) compite en atracción.

Será este nuevo detalle migratorio el que rinda el veredicto definitivo. De momento, la cautela con que el gobierno español ha conducido la crisis y la impecable actuación del propio Aznar al agradecer a la administración de Zapatero su reacción, han contribuido a que la tormenta no se convierta en tragedia. Madrid debe mantener la sangre fría en esta ocasión, y más todavía en la cercanía del referendo del 2 de diciembre que puede hacer oscilar al régimen venezolano hacia una senda de cambios drásticos, o empantanar a Chávez en sus contradicciones internas y enfrentamientos continentales. Ahora más que nunca puede aconsejarse la máxima monroística de ''América, para los americanos''. Depende más de Lula, Bachelet y compañía de cómo evolucione el destino de Caracas. El gobierno español hará bien en esperar.

Joaquín Roy (*)
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Catedrático Jean Monnet y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami

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