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La furieta

domingo 02 de diciembre de 2007, 04:53h

Ya se aclaró lo que quiere decir en el argot revolucionario "congelar las relaciones". La conseja fue lanzada por Hugo Chávez el domingo y los internacionalistas nos quebramos la cabeza en interpretarla. Pero ahora se hizo la luz: El Comité de Crisis Presidencial aconsejó a Hugo Chávez no tratarse mas con Uribe ni con el gobierno colombiano mientras Uribe sea presidente.

Entendimos pues, de que hablaba el Comandante cuando decía que quería poner en la nevera las relaciones entre las dos naciones hermanas. Pero aclaremos. Esa noción de naciones hermanas se aplica no a los gobernantes sino a los pueblos. Ancestralmente los neogranadinos y los venezolanos hemos vivido con un importante grado de integración humana al margen de las políticas de los gobiernos de turno. No siempre nos hemos amado apasionadamente, pero nuestro nivel de interacción ha sido muy significativo.

Hoy son muchas las fiestas venezolanas en las que el vallenato es el rey, en todas las casas se come arequipe y me atrevería a decir que no hay una mujer venezolana que en su intimidad no exhiba una prenda íntima de marca colombiana. Aceptamos lo colombiano como bueno y de calidad y lo abrazamos con cariño. Igual del otro lado. Son 4 millones los hermanos colombianos los que han buscado cobijo bajo el cielo venezolano y aquí son felices y paren hijos. Se cuentan por cientos de miles los vecinos que nos ayudan en las tareas de la construcción, que son obreros en nuestras plantas, que dominan los trabajos técnicos, que son buenos artesanos. Bogotá, Cali, Medellín y la bella Cartagena, se han convertido en destinos preferidos porque en esos lugares los venezolanos nos hayamos a gusto y bien tratados. Todo eso para decirles que a nivel de pueblos estamos muy cercanos. Y a nivel de negocios, ni se diga. Les compramos a Colombia centenares de alimentos que llenan los anaqueles de los abastos más pequeños y los supermercados grandes del país. En el sector petroquímico la integración llega, por ejemplo, hasta a enviar a procesar en Colombia derivados del gas y devolverlos luego a Venezuela para su comercialización. Transamos entre los dos países 5.000 millones de dólares abiertamente y otra buena tajada por los caminos verdes.

Tenemos empresas venezolanas con plantas en la otra orilla del Arauca y ellos por igual tienen muchas industrias basadas más acá de la frontera. Por eso es que anotamos con gusto que el presidente venezolano haya acogido bien la sugerencia de solo disgustarse con el presidente colombiano luego del penoso episodio del canje humanitario, pero de no tocar el terreno de los intercambios.

Que haya sido prudente en no lesionar el comercio del cual comemos los venezolanos y se alimentan miles de familias colombianas igualmente. Seria desastroso que lo que tanto temen las empresas se vuelva realidad: que la dinámica fronteriza se detenga. Los dos pueblos nos veríamos muy mal. Buena parte de los huevos, leche, queso, carne, azúcar y pollos que llegan a la mesa nuestra vienen de allá. No es que sea bueno que los dos mandatarios se den la espalda porque es hora de conversar y no de insultarse pero es mejor que sean solo ellos dos y no el conjunto de la binacionalidad. Quizá así les podremos hacer entender que es hora de tender puentes y no de dinamitarlos. Que es hora de tener presente el legado que el Libertador nos dejó.

Beatriz de Majo
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