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La nación alegre y confiada

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 01 de febrero de 2016, 09:23h
El anecdotario de estas semanas de consultas, declaraciones, idas y venidas y dimes y diretes en torno a la formación de un gobierno no debe ocultarnos la categoría de la crisis política que padecemos. Tan grave, o más, que la crisis socioeconómica, que provocó situaciones de malestar que facilitaron un ambiente propicio al extremismo. La crisis que estamos viviendo afecta al concepto de nación en que se basa toda la arquitectura política de nuestra comunidad histórica.

Lo que llamamos problemas territoriales son ficciones argumentadas sobre una base humana que, por sí misma, carece de tensión divisoria. Ni las montañas, ni los mares, ni los ríos dividen a los hombres. Lo que estamos padeciendo es la promoción y estimulación de la división de las personas aliada con aquello que, en tiempos, se llamaba tópicamente la antiespaña. Afortunadamente, un sistema democrático con cimientos constitucionales, hasta ahora intocables, está permitiendo que la crisis pueda contenerse pacíficamente y no se haya llegado a situaciones límite que, como en antiguas coyunturas, tengan que resolverse violentamente.

Sobre los nostálgicos trasfondos nacionalistas que se conllevan pacientemente bajo el marco legal de los Estados contemporáneos, no solo en España, aquí se ha entreverado, disfrazado de olas renovadoras, un intruso político, inflado desde exteriores antidemocráticos, que tantea como destruir un sistema nacional integrado en Europa y anclado en la Alianza Atlántica, por el procedimiento de entremezclar reivindicaciones sociales con el derecho a decidir de minicomunidades cuya partogénesis rompería la potencia y la legitimidad de las alianzas internacionales que mantienen la seguridad, el nivel de vida y la superioridad moral del mundo que merece el apellido de libre.

La intrusión emergió con el turbio lenguaje demagógico de Podemos y alcanzó un nivel de impregnación media, en las zonas urbanas más dañadas por la crisis socioeconómica, sin otra consecuencia previsible que una efímera y frágil presencia soportable como un enfado coyuntural por una gran sociedad desarrollada. Pero esta presencia se ha convertido en un serio desafío cuando el partido más representativo de la izquierda española, el PSOE, confundió lo que le vincula con el interés patrio con lo que, aparentemente, le emparentaba con una izquierda antiespañola hostil a la convivencia de la socialdemocracia dentro de la pluralidad del Estado liberal. El populismo podemita urdió la falacia de enlazar las reivindicaciones sociales con la ruptura del marco constitucional unitario, despertando la avidez de los adormecidos nacionalismos entremezclando todos los factores de contraposición de territorios, de clases y de sistemas contra la normal evolución progresiva dentro del marco constitucional establecido.

La consigna es rechazar a toda costa lo existente para regresar a las experiencias fracasadas de la historia contemporánea: las exclusivas y excluyentes utopías doctrinarias. Reactivados los nacionalismos ancestrales y rota la estabilidad constitucional bajo pretexto de cambios imprecisos, solo era necesario esperar a introducir unos chisgarabís en la máquina del Estado para, aprovechándose de la pasividad de unos y la ceguera de otros, convertir en territorio conflictivo y cuarteado el bastión estratégico peninsular e insular que une al mundo Mediterráneo y el mundo Atlántico.

No se puede ocultar que se ha llegado a la presente situación por la falta de liderazgo de quienes debían haberse enfrentado a rompedores y separadores con energía y prontitud y no lo hicieron. También se debe reconocer que agrava la situación el personalismo intransigente de dos dirigentes Sánchez y Rajoy que, a pesar del demérito de haber rebajado el peso electoral de sus partidos y reducido sus cuadros a un estrecho círculo de empleados sumisos, pretenden jugar como piezas imprescindibles del rompecabezas que ellos mismos han contribuido a desordenar.

La gran mayoría de los españoles, con su respaldo a tres partidos constitucionales, han dado legitimidad a todo lo que se haga, no obstante, para evitar los daños de una inestabilidad política en una de las naciones más antiguas del mundo. La nación alegre y confiada ha estado durmiendo su siesta política, con los corruptos digiriendo sus rapiñas y los necesitados disimulando sus carencias. Cansados de la política, las llamadas “viejas guardias” se entretenían con los audiovisuales del pasado, mientras los jóvenes no encontraban caminos abiertos hacia el futuro. Sobre la superficie sórdida de un charco pútrido cayó una piedra que alteró la inmovilidad de las aguas dormidas. Las ofertas de regeneración, tardíamente proclamadas, carecían de crédito en boca de dirigentes que han coexistido demasiado tiempo con grandes manchas de corrupción. La piedra que alteró la rutinaria tranquilidad de las aguas del charco fueron unos resultados electorales desorientados y desoladores que, sin despertar nuevas esperanzas, impedían una gobernabilidad capaz de mantener estabilidad y confianza. La intranquilidad surgida del encuentro con las consecuencias de un proceso de degradación política está llegando a todas las gentes como un toque de alerta. Cabe esperar que el toque de atención sirva para poner en marcha esa capacidad de reacción inteligente que nos caracteriza y permita resolver, tarde y arrastras, lo que debía haberse previsto antes y ágilmente. Esperemos que así sea, una vez más, para suerte de esta nación alegre y confiada, siempre superviviente a sus errores gracias al viento providencial de la historia.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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