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PSOE: el silencio de los culpables

lunes 29 de febrero de 2016, 08:53h

Dijo el filósofo que hay ciertas ocasiones en que callar es mentir. Por eso creo que el silencio reiterado de los barones y baronesas socialistas ante la pantomima de democracia directa que ha impuesto Pedro Sánchez a su partido, lejos de constituir un silencio de inocentes es todo lo contrario: escenifica el silencio de los corresponsables en la culpa. Resulta patético ver a ciertos barones ante las cámaras saludando el resultado del plebiscito en contradicción con un rostro que muestra su profundo malestar. Cabe preguntarse si es que nadie con responsabilidades en el PSOE está dispuesto a decir públicamente lo que piensa.

Sí, ya sé que dos días antes de la consulta, el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, manifestó a los medios que “la pregunta se las trae”. Pero resulta que el mismo barón, una vez comprobado que se superó el simbólico 50% de participación, bajó discretamente la cerviz el mismo domingo. También tengo presente que José Antonio Pérez, de Izquierda Socialista, consideró la pregunta como “un insulto a la inteligencia de los afiliados”. Pero esas observaciones, por muy críticas que sean, son expresiones puntuales y sobre todo están hechas ex ante, mientras el grueso de los barones guardaba silencio a la espera de los resultados del plebiscito.

Dos parámetros de evaluación tenían en mente: la proporción de voto afirmativo (todos sabían que ganaría el SI), y la cantidad de abstención. Algunos habían dicho que si la participación no superaba un 40% sería una derrota sonada de Sánchez. Pero en realidad el listón simbólico se situaba en el decisivo 50%; si los militantes socialistas no superaban ese listón, las críticas a Sánchez se habrían hecho más explícitas. Pero como ha quedado por encima del 51% se ha salvado por la campana, o, como ha dicho algún comentarista, ha ganado la prueba a los puntos y raspando. Con lo que, junto al hecho de que el SI se ha situado en el 78%, la baronía ha ensalzado la consulta, aunque sea con gesto adusto.

En realidad, esos números promedio contienen algunas cifras locales bastante preocupantes. Sin duda, la más complicada es la de Cataluña, donde menos de un tercio de los militantes del PSC han participado en la consulta. O la Federación Asturiana, donde apenas ha participado un 43%; también preocupa la abultada cifra de votos negativos de Aragón. De hecho, si se computa la abstención y el voto negativo, sólo uno de cada tres afiliados al PSOE ha optado claramente por el SI.

Pero todos estos cálculos son intranscendentes. Lo que verdaderamente importa es toda la operación plebiscitaria. Eso y no sólo la pregunta es que lo que constituye un insulto a la inteligencia. En primer lugar, porque, lejos de profundizar la democracia, significa una agresión al fundamento de la representación. Algo que, como se sabe, es sinónimo de populismo: la democracia directa debe nutrir la democracia representativa, pero cuando trata de sustituirla, como en Venezuela o Bolivia, es simplemente antidemocrática. ¿Ya se olvidó que Sánchez inventó la famosa consulta para doblarle el brazo al Comité Federal de su partido, el máximo órgano representativo entre Congreso y Congreso?

Desde luego, también importa el método plebiscitario, partiendo de la propia pregunta. La cual debe permitir una elección sustantiva, algo que no ofrece la formulación de Ferraz, que dice así: "El PSOE ha alcanzado y propuesto acuerdos con distintas fuerzas políticas para apoyar la investidura de Pedro Sánchez a la Presidencia de Gobierno. ¿Respaldas estos acuerdos para conformar un gobierno progresista y reformista?". En primer lugar, se trata de una pregunta retórica, que valdría lo mismo para un acuerdo con Ciudadanos que con Podemos (de hecho, la pregunta fue preparada entes de saber con quién se pactaría). ¿Se consideraba en Ferraz que la militancia socialista estaría dispuesta a apoyar cualquier pacto, sin mencionar con quién se hiciera?

Por otra parte, la pregunta tiene un alto grado de inducción, porque salva la intención última de quién lleva adelante los pactos, ya que su sana motivación no sería otra que “conformar un gobierno progresista y reformista”. Definitivamente, la pregunta se las trae, algo que es el primer indicador de los plebiscitos tramposos.

Pero entonces: ¿Cómo es posible que la baronía socialista salude favorablemente el ejercicio de tamaño insulto a la inteligencia democrática? Y me parece que la respuesta más probable muestra la gravedad de la situación en que se encuentra el PSOE. Porque desnudar la maniobra populista de Sánchez provocaría una soberana convulsión dentro del partido, que podría producir, si no la ruptura, una enorme desmovilización política de la mayoría de su militancia. Por eso hay que seguirle la gracia a Pedro Sánchez, aunque sea tragándose ese enorme sapo político y de criterios democráticos. Pero cabe preguntarse si esa progresiva corrupción de valores socialdemócratas no tendrá consecuencias a mediano plazo. Un efecto sí me parece claro: contribuye a rebajar aún más la pobre cultura política del país.

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