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El elector ante su espejo

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 09 de mayo de 2016, 10:52h
Ante la nueva convocatoria electoral, como consecuencia de que la anterior haya dado una composición parlamentaria incapaz de acordar un gobierno, es conveniente que los electores sean conscientes de que se les convoca de nuevo para tratar de corregir aquel resultado. No deben dejarse influir exclusivamente por los políticos, aferrados a las cuentas pasadas y con temor a que se alteren los resultados en algún sentido que los perjudique, por lo que insisten en sus manías de pactar o no pactar con unos o con otros, de brindar vicepresidencias o escaños y erosionar las candidaturas ajenas, como si aquí no hubiese pasado nada, con las mismas caras y los mismos gestos. Pero no es deseable empecinarse en las posiciones que dieron lugar al atasco del sistema, sino desatascarlo. Estamos entre algo parecido a las tradicionales segundas convocatorias de repesca en los exámenes. Se les da a los alumnos otra oportunidad para mejorar su calificación. Y estos alumnos repetidores no son exclusivamente los políticos sino los electores.

Es demagógico culpar de todos los males a los políticos y ensalzar a la gente como una base indefinida que no se equivoca nunca. Es cierto que los políticos, como seres humanos, comenten muchas equivocaciones pero ellos, en los sistemas democráticos, son un espejo, más o menos borroso y lejano que refleja la imagen de un pueblo. La imagen que los españoles han podido contemplar de un Congreso dividido en partes incompatibles es el reflejo de los sentimientos de un pueblo en un tiempo determinado y este reflejo solo podrá resultar más claro y útil para el interés común de que se forme un gobierno estable de conciliación si el pueblo es capaz de corregir a los políticos corrigiéndose a sí mismo.

La vieja Transición que a veces se añora como un espacio de acuerdo no fue un capricho de los políticos de entonces sino una operación respaldada por el pueblo que otorgó su confianza a través de sucesivos refrendos, elecciones y votaciones en Cortes que, en su conjunto presentaron la imagen de un pueblo sensato en el espejo de las instituciones. Todas las opciones estaban presentes y el pueblo eligió en libertad, con una pluralidad que mantuvo proporciones constructivas y moderadas que permitieron gobernar, no sin dificultades, equilibrios y resistencias para buscar un fin común superior a los objetivos parciales de cada bandería. En el espejo de la política se reflejó un pueblo que admiró al mundo, tal y como era en aquellos momentos.

Esta vez los españoles se han reflejado irritados por una crisis, asqueados por unos síntomas de putrefacción, aburridos por un ritmo débil de adecuación de las instituciones a nuevos retos. La imagen ha salido turbia y deformada de las urnas, porque respondía a ese estado de ánimo. Pero fue nuestra imagen y solo el propio pueblo puede corregirla de acuerdo con su interés general que no se corresponde exactamente con los prejuicios sembrados por la partitocracia que predominaron en las elecciones pasadas. Cuando se recuenten las próximas votaciones el paisaje resultante no será el pintado por los políticos, sino que estos tendrán que apañarse con lo que salga y desempeñar su oficio de componedores con las herramientas que le hayan dado los ciudadanos votantes.

Nadie que se ha dormido en una cómoda abstención podrá acusar a Rajoy de indolente. Nadie que ha perdido su voto tras una apuesta majadera y sin la menor posibilidad de constituir gobierno podrá quejarse de que no salgan bien las cuentas de la administración pública. Ningún socialista podrá lamentar la decadencia de su partido si ha dado su voto a cualquier patraña que pretenda ocupar el papel de izquierda democrática sin solera ni avales que la garanticen. Ningún comunista podrá sentirse fiel a su doctrina si ha considerado que basta presentarse en camisa y sin corbata para identificarse con otro título. Ningún nacionalista volverá a hacer predominar su particularismo si ha votado a cualquier advenedizo que le ha prometido un derecho a decidir sin plazo ni condiciones. Nadie podrá mirar su retrato auténtico en la política si se ha traicionado a sí mismo eligiendo vidrios porosos y deformes a la medida de influjos externos como espejo en que reflejarse. Los ciudadanos tienen que ir pensando que el espejo implacable del escrutinio no va a suavizar los errores ni a evitar sus consecuencias.

No creo que sea cierto el infundio de la demoscopia prematura de que aquí nada ni nadie va a cambiar lo que ha votado hace cinco meses. Podrán permanecer fieles aquellos que han mantenido la lealtad de voto a convicciones acendradas, por encima de circunstancias adversas, campañas mediáticas y acontecimientos malolientes. Pero esos grandes sectores no comprometidos, oscilantes y noveleros que se dejaron llevar por la aventura de los cambios por el cambio o los viajes a ninguna parte, son los que deben repensar lo que deben votar y lo que deben dejar de votar el próximo mes de junio. En cualquier caso y en el peor escenario, estas mayorías van a acrecentar sus exigencias para que los políticos se arreglen a toda costa con los regalos que les van a dejar en las urnas

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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