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39 años después, volvemos a votar en junio

lunes 13 de junio de 2016, 07:38h

Dentro de unos días se conmemorara el 39º aniversario de las primeras elecciones democráticas tras los años de la dictadura de Franco. Estas primeras e ilusionantes elecciones generales de 1977 se celebraron el miércoles 15 de junio, con el fin de elegir a los miembros que iban a constituir las nuevas Cortes Generales con un sistema bicameral compuesto por el Congreso de los Diputados y el Senado. Desde febrero de 1936, los españoles no éramos llamados a las urnas para elegir a nuestros representantes, pues en tiempos del dictador, había un simulacro de elección con los procuradores en cortes del tercio familiar que eran el hazmerreir de la llamada por los franquistas “democracia orgánica” que es algo así como comer un bocadillo, pero sin pan y sin dientes.

El entonces Presidente del Gobierno Adolfo Suárez, el 18 de marzo de 1977 las convocó, con el objetivo de que se tener unas Cortes Constituyentes y con ello dar cerrojazo definitivo y completar la reforma del antiguo sistema franquista que había regido las instituciones desde 1939 coincidiendo con el fin de la cruel Guerra Civil. Las Cortes resultantes de estos comicios, son las que redactaron poco después la Constitución de 1978, marcada por el consenso y la cesión de todos (mucho mas la izquierda que la derecha, dicho sea de paso) con el fin de arrancar un nuevo tiempo democrático ya olvidado después de tantos años de dura represión y falta de libertades en España.

Los resultados de las elecciones marcaron una tendencia de signo moderado, como no podía ser de otra manera y los votantes que no sabían más que de la derecha franquista cuyo máximo exponente podía ser el ex ministro Manuel Fraga y su grupo de ministros y próceres del franquismo que se organizaron el lo que eran los partidos acogidos a una ley de partidos tardofranquistas y falangistas, aglutinados en lo que se llamó Federación de Partidos de Alianza Popular(AP) que en el fondo representaba al franquismo sociológico aunque no ultra. El propio Fraga fue ministro con Franco y estuvo en la terna para ser presidente del gobierno, aunque Franco eligió a Carrero Blanco y ante tal despecho, pidió irse de embajador a Londres para hablar bien de Régimen allí donde la Armada Invencible fue aniquilada. En la capital inglesa hizo un curso acelerado de demócrata, donde supo combinar las queimadas con el whisky y el gallego con el inglés para confusión del personal de la legación española. A su regreso de su tiempo de embajador, se autoproclamó demócrata cum laude, para no faltar a su tradición de ser número uno en todo lo que se proponía. Pero como dice una amiga mía, ¡aunque te cortes el pelo como Justin Bieber, se te nota que eres poligonero guapo!. Fraga se presentó a las elecciones de junio de 1977 y obtuvo 16 diputados ya que los votantes apostaron mayoritaria y claramente por Adolfo Suárez, nombrado un año antes por el rey (ante una nueva indignación de Fraga) para conducir la reforma política y desde el poder organizó una plataforma de «centro», algo nuevo en política, pero que sonaba bien a los españoles, pues no era ni derecha, ni izquierda. Suarez hizo una sopa de letras con la cual agrupó a una serie de partidos en la luego denominada Unión de Centro Democrático. Esta coalición electoral, que concentró a un gran número de pequeños y medianos partidos centristas o liberales, resultó la ganadora de las elecciones con 165 y el 34,44% de los votos, quedándose a unos pocos escaños de la mayoría absoluta.

De aquellas elecciones, se aprendió una gran lección que conviene recordar ahora en clave paralela y es que los españoles cuando pasan cuarenta años de algo, están hartos de ver a los mismos siempre. Además de la victoria de los nuevos centristas, opción política inédita en España, la otra gran sorpresa fue el Partido Socialista Obrero Español que, liderado por el joven abogado Felipe González desde 1974, logró obtener un gran triunfo y consolidando la segunda posición con 118 escaños y un 29,32% de los votos, convirtiéndose además en el primer y principal partido de la oposición. Le arrebató así la hegemonía en la izquierda representada por el Partido Comunista de España (PCE), formación política que durante los cuarenta años de dictadura se había distinguido por su lucha contra el franquismo y de hecho, hasta entonces, había sido el principal partido de la oposición anti-franquista en el exilio y con gran influencia en los movimientos clandestinos de la época, habiendo sufrido detenciones y cárcel, un buen numero de sus militantes y dirigentes. Liderado por el histórico Santiago Carrillo, el PCE obtuvo el tercer puesto con 19 diputados. También, otro histórico de la lucha contra el franquismo como era el profesor Enrique Tierno Galván concurrió a las elecciones en coalición con varios partidos que habían formado parte de la Federación de Partidos Socialistas, pero tampoco logró buenos resultados y sólo obtuvo 6 escaños.

Sirva este breve resumen para situarnos casi cuarenta años atrás, cuando Albert Rivera y Pablo Iglesias no eran ni proyecto de espermatozoide, Pedro Sánchez jugaba con cochecitos de juguete y no con coches oficiales, si bien Mariano Rajoy ya tenía 22 años, era estudiante que no se metía en manifestaciones ni protestas porque eso era de rojos y ya era un joven sensato como le gusta decir ahora con 61 tacos y la barba blanca. En junio de aquel año 1977, teníamos todos una especial sonrisa perenne que no ocultaba nuestra felicidad por ir a votar por primera vez en el caso de los jóvenes, o reanudando una vieja costumbre de los más veteranos que recordaban con nostalgia la Republica que con sus virtudes y defectos, era régimen de democracia, brutalmente interrumpido por una guerra fratricida.

Ahora iremos a votar también en junio, con escaso entusiasmo y con la sonrisa congelada. Se empeña Unidos Podemos en llenar de sonrisas las urnas, pero entre el paro, los engaños, la corrupción, el horror de los refugiados y la barbarie terrorista de los radicales islámicos, poca sonrisa nos queda ya. Son otros líderes, si pero que despiertan poco entusiasmo comparado con 1977, pero la gente espera que algo cambie, aunque mucho me temo que todo cambie, para que todo siga igual.

Solo escucho discursos repetidos y de dudoso crédito. No me gusta que no se presenten ni Merkel ni Maduro, pues con el protagonismo que tienen en los medios, que menos que ponerlos de cabeza de cartel por alguna provincia. No me gusta que se hable de impuestos de montaña rusa, que igual que bajan, suben. No me gusta que vaya a la cárcel un paria y no uno de los grandes golfos que aun se pasean y disfrutan de la libertad con cargos, con mirada desafiante y altiva. No me gusta que los que rodean a la familia real, sean más panameños que españoles y que la hermana del Rey sea escasamente consorte culpable. No me gusta que me engañen con la cifras del paro, cuando han inventado trucos estadísticos de empleos basura y salarios de miseria.

En definitiva, no me gusta lo que veo cuarenta años después, si bien recordaré con emoción aquel 15 de junio y volveré a las urnas, pero al igual que entonces los votantes no se dejaran engañar, pues esa es la grandeza de la democracia, si bien la decepción, hará que muchos se queden en casa. Asistiremos al comienzo de un nuevo tiempo donde uno más uno y dos mas dos, nunca más volverán a ser una regla aritmética, para convertirse en una regla de coalición, donde ego mas ego, no da como resultado presidente. Pero si estamos en cuartos de la Eurocopa, tal vez propongan a del Bosque a la Moncloa, a Piqué para arreglar lo de Cataluña y a Sergio Ramos de Ministro de Educación.

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