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Inocentadas

miércoles 26 de diciembre de 2007, 10:35h
Se acerca el final del año, y con él también el Día de los Inocentes. Esa fecha entrañable en la que, antaño, se gastaban bromas más o menos inocentes –según las intenciones del autor-  tanto a los conocidos como a través de los medios de comunicación. Precisamente lo recordaba leyendo estos días la prensa. Porque hay noticias que, de puro chistosas, parecen inocentadas que se han adelantado a su tiempo.

¿Cómo juzgar, si no, la decisión de sus señorías de declarar ilegal la cachetada al hijo díscolo? Con lo necesitados que están de esas tortas algunos de los imberbes con los que nos cruzamos cada día. Esos que dejan los parques sembrados de vasos de plástico, clinex y vómitos tras el enésimo botellón; los que ni se inmutan si en el Metro se para junto a su asiento un señor viejo o una embarazada; o los chavalitos que contestan con insolencia a cualquier adulto, incluso a un agente si por casualidad éste se les acerca por algún motivo.

Sacar las cosas de quicio nunca ha sido bueno para nada. Vivimos tiempos en los que el principio de autoridad está de capa caída, apelar a él es políticamente incorrecto y se considera carca y antiguo defender la disciplina y la buena educación. “¡Viva el colegueo y el buen rollito!”, defienden los más modernos, mientras se desautoriza a diario a los profesores -“¿qué te ha suspendido y te ha llamado vago? Se va a enterar ese”-, a los jueces –“menuda porquería de sentencia, yo no sé dónde estudia esta gente”-, a los gobernantes –no hay más que leer las pancartas de algunas manifestaciones-, a los médicos –“es que no tienen ni idea”-, y ahora, también, a los padres. Más de un niño, en momentos de cabreo paterno-filial , reclama el teléfono del Defensor del Menor para llamar y contarle “lo que me haceis en casa”, cuando lo que no se les hace es, precisamente, la causa de esa actitud.

Y mientras seguimos educándoles en el todo vale y en la permisividad, continuamos repicando buenas prácticas – como que no hagan botellón porque beber es muy insano- y en misa – ¿alguien recuerda las imágenes televisivas con que se celebran cada año los premios de la lotería de Navidad?-. O explicándoles los peligros de la sobredosis de publicidad y del consumismo mientras nos lanzamos a las tiendas y grandes almacenes las vísperas navideñas como si regalaran los artículos. ¿No parece esto también una inocentada?
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