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Ningún estadio llevará tu nombre, Jorge

Ningún estadio llevará tu nombre, Jorge

lunes 14 de enero de 2008, 00:33h
Una antigua leyenda dice que los periodistas mueren de a tres.

Por eso, ocho días después de la partida de Julio Martínez –gran comentarista deportivo- se fue Jorge Uribe Navarrete. ¿Y quién era él, se preguntará usted? Fue un gran corresponsal internacional. Ni más ni menos.

- Pero tengo que decirte algo, Jorge.

- Soy todo oídos...  para escuchar una nueva lección de tan insigne colega –responderías con tu habitual tono, mezcla de oculta caballerosidad y abierta ironía.

- ¿Sabes una cosa? Ningún estadio llevará tu nombre, Jorge.

La idea de bautizar al coliseo de Ñuñoa como Estadio Julio Martínez surgió desde la derecha. La hizo suya el oficialismo a través del secretario general de Gobierno, Francisco Vidal. Pero nadie ha propuesto el nombre tuyo, porque no te conocieron, Jorge Uribe Navarrete.

Cuando murió el cronista deportivo la cobertura en televisión y los demás medios informativos fue digna de un funeral de Estado. Los reporteros y columnistas entraron en una febril competencia de florilegios para el viejo comentarista que emocionó a generaciones con su verba. Alguien lo recordó como “el poeta de las cosas simples” y olvidó que ese apodo le perteneció al argentino Héctor Gagliardi, en la década de los años 50. Otros lo evocaron como “el caballero del deporte” y olvidaron que ese calificativo distinguió en los años 60 al comentarista radial Raimundo Loézar Moreno.

No te conocieron, Jorge, porque tú sólo eras un corresponsal.

Antes de la dictadura de Augusto Pinochet fuiste subdirector de la Oficina de Información y Radiodifusión de la Presidencia de la República (OIR). Durante tu exilio en México, a partir de 1974, pusiste tu pluma al servicio del diario Excelsior. Cubriste la Guerra del Golfo, en 1990, la tensión del Medio Oriente entre árabes e israelíes, los conflictos fratricidas en América Central… Viajaste por diferentes países cumpliendo tus funciones al servicio de la noticia. Pero en Chile nunca nadie te vio en los televisores, haciendo gala de tu audacia.

Cuando regresaste a tu país, te convertiste en uno de los profesores fundadores de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Santiago, en 1992. Pusiste en ese trabajo todo lo que aprendiste desde tus jóvenes comienzos, allá en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Ahora, como profesor, ante los futuros profesionales de la prensa, insistías en que “la neutralidad no existe”. Ellos te escucharon decir que no se puede ser neutral frente a las violaciones de los derechos humanos,  recibieron tus enseñanzas y hoy las aplican en los medios de comunicación. Pero esa tarea tuya tampoco la conoció la opinión pública.

Los lectores, auditores de radio y televidentes, no supieron del silencioso entusiasmo que ponías en cada nueva tarea. No conocieron tus sutiles bromas o tus indignadas palabrotas, cuando era necesario indignarse frente a la prepotencia y la injusticia social.

El público –el gran público- alguna vez leyó un artículo tuyo en La Nación. O aquella magistral entrevista al ex presidente Patricio Aylwin, publicada en el Excelsior de México y reproducida en la prensa chilena. En ella Aylwin revelaba inéditos entretelones de sus tirantes vínculos con Pinochet, que pensaba recuperar el poder en 1994. ¿Te acuerdas, Jorge?

Tenías 68 años cuando decidiste partir. Y sin embargo no habrá un estadio que lleve tu nombre.

-¿Y a mí qué me importa? –sería tu lógica respuesta.

De acuerdo, Jorge. Descansa en paz.

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Enrique Fernández
Periodista
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