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Ni memoria ni corazón

jueves 24 de enero de 2008, 17:20h

En Estados Unidos empiezan a rifarse a los llamados “baby boomers”, jubilados de poco más de 50 años que “no sirven” para sus empresas pero que tienen conocimiento, experiencia, habilidades, capacidad de trabajo, todo un mundo por ofrecer a otras empresas y que, por otra parte, no tienen entre sus objetivos pisar a nadie para subir. Las empresas no tienen memoria ni corazón, pero a veces tampoco tienen inteligencia. Jubilar a un minero a los 50 años no sólo es razonable, sino que es una medida socialmente justa, porque lo otro es condenarle a morir en la mina. Bastante han dado ya. Pero prejubilar a un ejecutivo a los 50 años significa tirar a la basura veinticinco de formación y otros tantos de experiencia. Y, además, echar sobre las arcas del Estado cargas sociales y sanitarias para otros cuarenta.

En Estados Unidos, crecen las organizaciones que están buscando a estos prejubilados del sector privado para ubicarlos en el sector público, fundamentalmente en los servicios sociales o de salud. En España hay empresas que han prejubilado a miles a sus trabajadores con el respaldo del Gobierno de turno, el color no importa. Pero no es el único caso. En una Caja de Ahorros de primera línea, su director general, tras presentar durante una hora los excelentes resultados de la entidad en 2007, con absoluta profesionalidad y sin que nadie adivinara lo que venía después, informó a los periodistas, con un nudo en la garganta que abandonaba el barco. ¿Las causas? “Razones personales”. ¿Las razones de que el presidente de la entidad, un conocido político que hizo el viaje a la cúspide de la empresa desde la política –y no al revés- no estuviera en la presentación de cuentas y en la despedida de un fiel directivo que ha dedicado 35 años a la empresa? “Está fuera del país”, dijo elegantemente el hasta ahora director general.

Los que tienen allí su dinero se deberían pensar muy mucho si una entidad que obra así con un directivo “de los de toda la vida” que ha hecho toda su carrera profesional en esa entidad merece que lleven allí su dinero. Hasta para despedir a alguien –los matrimonios profesionales para toda la vida no existen y los otros, casi tampoco, lamentablemente- pero especialmente en esos momentos es imprescindible demostrar que una empresa es una suma de esfuerzos, que una Caja de Ahorros es algo más que una máquina de hacer dinero con el dinero de otros. Como dice Julio Anguita, no es fácil asumir el creciente deterioro de los salarios con el imparable auge de los beneficios empresariales. Incluso en una Caja de Ahorros.

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