Rajoy enseña sus cartas

No era ningún secreto desde que se conocieron los malos resultados de la economía española durante el último semestre que el partido popular centraría su campaña electoral en la economía. Por si no hubieran sido suficientes los avisos de Costa y Arias Cañete, el fichaje de Manuel Pizarro como número dos de la lista al Congreso por Madrid y el protagonismo que se le ha concedido a actos relevantes de la precampaña, han sido confirmación de una deriva que, por otra parte, es absolutamente lógica en clave electoral: subrayar los fallos del partido gobernante e ignorar sus éxitos, que alguno habrá obtenido.

La legislatura que acaba ha puesto en el debe del gobierno de Rodríguez Zapatero un fracaso notable, el de las fallidas conversaciones con la banda terrorista ETA, por no haber sabido gestionar informativamente el mal resultado; también ha  cargado con otra mala gestión, la de las reformas de los Estatutos autonómicos, especialmente el de Cataluña, con la paradoja de no haber sabido “vender” ni siquiera aquellos como los de Valencia, Andalucía y Aragón apoyados por el partido popular. (¿Qué asesores asesoran al Presidente?). Pero hechas estas salvedades y una cierta pérdida de peso político en la escena internacional, los cuatro años de gobierno de Rodríguez Zapatero han sido pródigos en realizaciones importantes, no solo en el área social sino también en política de infraestructuras, con un balance económico francamente positivo en crecimiento del PIB y en creación de empleo.

Pero los malos vientos de última hora están ensombreciendo lo que podía haber resultado un balance brillante, con gran alegría del partido popular para quien cobra especial significado aquello de que cuanto peor, mejor. Y así se están lanzando desde el partido conservador reiteradas andanadas mezclando hipotecas con rentas, desempleo con bolsas y cualquier fenómeno que permita remover la inquina contra el gobierno, sea cierto o falso. Porque reviviendo la precampaña y campaña electoral de 1996, en la que se emplearon todos los recursos dudosamente lícitos y algunos moralmente ilícitos para tumbar al gobierno de Felipe González, ahora se están exhibiendo por parte de Rajoy y alguno de sus ayudantes las mismas tretas de entonces sin importar abrir más heridas en la sociedad española. Para muestra, dos ejemplos.

El primero el tufo xenófobo de la propuesta popular sobre el contrato de ¿inserción? de los inmigrantes que, como era de esperar, ha tenido una buena acogida en el electorado que a fuerza de escuchar desde tiempo atrás lo mismo que venía diciendo la derecha sobre los gitanos  -falta de integración, abuso de los servicios públicos y aumento de la delincuencia- y con el refrendo de Pizarro, que debe suponer que todos los inmigrantes son ladrones, defiende la adopción de nuestras costumbres, como la de: “no robarás”. El partido popular rebaña con su propuesta algunos votos de la ultraderecha que lo consideran demasiado moderado, pero a costa de producir más fracturas en la sociedad española.

El segundo ejemplo lo brinda el enfado del lider popular por el manifiesto encabezado por intelectuales y artistas y suscrito por millares de personas que consideran que un gobierno de Rodríguez Zapatero garantiza mejor una política de progreso. Y como respuesta, afirma Rajoy que si gana las elecciones suprimirá el canon digital, -cuya regulación no es un modelo de racionalidad- con el que asegura que el gobierno “tiene bien untados” a los firmantes que quieren que se les “garanticen sus privilegios a costa del dinero que tienen que pagar el resto de los españoles”. También aquí se pueden arañar votos entre los millones de internautas descontentos.

La campaña sigue por las mismas rodaduras de los cuatro años anteriores: el terrorismo, la inmigración y ahora la economía y ¡Dios! los cultos intelectuales laicos y aprovechones. Ya verán: pronto saldrán también a la palestra electoral los masones. Y Rodríguez Zapatero, no lo pierdan de vista, ofrecerá nuevas rebajas.