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Dos periodistas

domingo 23 de marzo de 2008, 14:08h

Esta Semana Santa que termina, entre lluvias y nieve, nos ha dejado la noticia de la muerte de dos periodistas de vocación. Dos periodistas que sabían lo que vale una noticia, una simple noticia. Uno de ellos, Alejo García, será recordado por muchas buenas cosas que hizo en la radio y muy especialmente porque desde los micrófonos de Radio Nacional de España, después de subir corriendo desde la redacción a los estudios, situados un piso más arriba, para llegar antes de que terminara el informativo horario, dio con voz entrecortada por el esfuerzo, y teniendo que pararse más de una vez, la noticia de la legalización del Partido Comunista. Era un periodista de intuición, de impulsos, que se bebía la vida y la disfrutaba con pasión y a veces con desmesura, como desmesurada era su pasión por su Semana Santa malagueña, grande entre las más grandes. Pero Alejo fue también periodista de periódicos, como “Pueblo” o el “Arriba” de la transición, donde trabajó a las órdenes de Emilio Romero, de Cristobal Páez y de Alejandro Armesto. Recuerdo todavía una portada de ese viejo “Arriba”, en la que un error de tipografía, ¿o tal vez, no, Alejo?, convirtió lo que iba a ser un titular “En libertad” en otro que decía “Libertad” a toda página bajo la foto de Marcelino Camacho saliendo de la cárcel. Con Alejo entendí aún mejor la grandeza literaria de Manolo Alcántara, que seguro que habrá escrito uno de los más bellos y dolientes artículos de su vida, uno de los que no le hubiera gustado enviar nunca a los periódicos. Alejo fue un soplo de aire fresco en el periodismo radiofónico y en el escrito, un hombre leal a su profesión y a la noticia. Buena gente.

El otro periodista que nos ha dejado casi cuando comenzaba la Pascua de Resurrección es Carlos Pujol, un hombre que aprendió el periodismo “en casa”, a la sombra del gran Juan Pujol, el fundador y director del diario “Madrid” y uno de los grandes periodistas españoles de todos los tiempos. Si Juan Pujol fue un referente indiscutido, Carlos, padre y abuelo de periodistas, jugó el papel que le tocaba y vivió el periodismo desde dentro y desde las bambalinas, entre otras cosas como editorialista y gerente, entre otras cosas, del “Madrid”. Conocía eso tan difícil que llamamos “el oficio” y siempre se sintió periodista. Fue un hombre generoso y bueno, excelente conversador y amigo de sus amigos. Pero, por encima de todo, periodista.

Los que hemos elegido esta profesión y la amamos, casi siempre nos olvidamos del reconocimiento que merecen muchos excelentes profesionales y acabamos haciendo necrológicas en lugar de darles un homenaje y un abrazo cuando aún lo pueden recibir. Pero como Manolo Alcántara, casi siempre escribimos “a beneficio de inventario”.
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