Nuevo libro del cronista de la Villa Antonio Castro

El teatro Infanta Isabel ha cumplido en 2007 sus primeros cien años. Bautizado inicialmente como Petit Palais, fue primero cine y, poco después, comenzó a presentar actuaciones de variedades.

En 1913, siendo ya empresario Arturo Serrano, padre, tomó el nombre de la popular Infanta, La Chata, quien honró con su presencia numerosas veladas escénicas. Del original barracón para cine apenas queda el perímetro. A lo largo del siglo se llevaron a cabo ampliaciones y reformas que le proporcionaron la imagen que conocemos hoy.

La empresa del teatro Infanta Isabel, con Antonio del Castillo y Ana Achiaga a la cabeza, acaban de editar el libro del periodista y cronista de la Villa Antonio Castro con la historia de la sala.

En los capítulos de este volumen, ilustrado con más de doscientas fotografías, caricaturas y programas, se repasa el origen de la construcción, las etapas artísticas por las que ha atravesado, así como se analizan las obras de grandes autores que vieron la luz en este escenario.

Jacinto Benavente, por ejemplo, estrenó sus últimas comedias en el Infanta gracias al empeño de Arturo Serrano e Isabel Garcés. Otro destacado dramaturgo, Jardiel Poncela, estrenó en sus instalaciones comedias tan destacadas como Cuatro corazones con freno y marcha atrás y Un marido de ida y vuelta. Miguel Mihura, otro madrileño, dio a la empresa Sublime decisión, Carlota y Melocotón en almíbar. Pero no podemos olvidarnos de Muñoz Seca, Carlos Arniches, Tono o Santiago Moncada.

En las tablas del Infanta Isabel debutaron actores de la talla de Analía Gadé, José Sacristán o Julia Gutiérrez Caba. Es, al fin y al cabo, un siglo de historia teatral madrileña recogido en un volumen de casi doscientas páginas.