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Hijos de puta

domingo 30 de marzo de 2008, 16:14h

Putas, lo que se dice putas, ha habido siempre. Pero explotadores también. Incluso antes. Estoy seguro de que históricamente tuvieron que surgir primero los unos que las otras. Y, sin embargo, el desprecio social, la estigmatización como grupo y la marginación ha recaído siempre sobre ellas. Y eso que ese desprecio, el pueblo siempre lo ha dirigido hacia el verdugo y no hacia la víctima inocente. Pero ya ven: ¡paradojas de la historia!

Los manuales nos dicen que fue en época de Solón (640-558 a. C.), cuando, en la civilización occidental, se reglamentó por primera vez el ejercicio de la prostitución y pudo así establecerse la primera casa de tolerancia pública en Atenas. Entonces el Estado nombraba funcionarios especiales para llevar a cabo el control de los precios y del pago de las contribuciones debidas. En esos momentos, el ejercicio de la prostitución, que anteriormente era considerada una actividad sagrada, pasó a ser plural y a adoptar tres formas diferenciadas. Y es que entonces, como ahora, también había clases: Hetairas, una especie de prostitutas de lujo que eran las únicas mujeres cultas de Atenas y que eran accesibles solamente a personas de relativa influencia, con las que mantenían relaciones más o menos estables. Dicteriadas, que se encontraban en un nivel inferior de prestigio social y que participaban en las fiestas tocando instrumentos musicales para entretener a los invitados, con los que solían mantener después relaciones sexuales.Y, por último, las Aulétridas, que constituían la categoría más baja de las prostitutas. Trabajaban en burdeles legales y tenían que llevar una vestimenta especial. Se ponían a disposición de cualquier hombre por una pequeña compensación económica.

En Roma, unos años más tarde, la condición social de la prostituta pasó, en no mucho tiempo, de la más alta consideración que había tenido en Grecia al más bajo rango, prostituta-esclava. En Roma, toda mujer que ejercía la prostitución era asignada a un propietario (lenons) a perpetuidad y éste tenía la potestad de venderla a otro individuo, con la condición única de que aquélla siguiera ejerciendo su oficio. Nació así una especie de proxenetismo legalmente autorizado, bajo los auspicios del Estado.

Como en Grecia, también en Roma coexistieron diferentes tipos de prostitutas, aunque mucho más diversificadas: Delicatae, (ejercían en los burdeles). Lorettes, de origen francés y famosas por las grandes cantidades de dinero que solían recibir de sus clientes. Lupae o mujeres lobo, que merodeaban por los bosques cercanos a las ciudades y atraían a los clientes imitando los aullidos de ese animal. Copae, que servían en posadas y tabernas. Foraje, cuyo campo de acción eran los caminos.

Siempre igual

Ni en la Edad Media, ni en el Renacimiento, ni en la Revolución Francesa, ni en la Era Industrial ni en la Edad Moderna ha cambiado sustancialmente la situación. En todo caso, ha empeorado.

En España, por ejemplo, y en pleno siglo XXI asistimos, a un claro auge de la prostitución y, al mismo tiempo, a una gran transformación en sus formas de ejercicio. El factor más claro es el considerable aumento del número de mujeres extranjeras (entre un 80 y un 90 por ciento del total de mujeres prostituidas) que, en unos casos, han elegido la prostitución como forma de ganar más dinero en menos tiempo, y en otros, han entrado en el sector presionadas de forma violenta por proxenetas o por mafias organizadas que hacen del tráfico de mujeres y de su explotación sexual un pingüe negocio. Es tan lucrativo que hoy no bajan de 18.000 los millones de euros -si lo prefieren, unos 3 billones de las antiguas pesetas- lo que podríamos denominar “cifra de negocio” del sector. Sector en el que a día de hoy existe una franca diversidad de “producto”: entre 400.000 y 600.000 mujeres que ejercen la prostitución de calle, en barrios chinos, en zonas industriales, en clubes, en pisos, en los llamados “hipermercados del sexo”, y las llamadas chicas de compañía o de prostitución de lujo.

Mil nombres

A las prostitutas se les llama y se les ha llamado con mil nombres diferentes. Por supuesto, todos peyorativos: putas, fulanas, pingos, rameras, lavanderas, visitadoras, pupilas, matriculadas, clandestinas, olleras, cobertizas, nonariaes, meretrices, furcias, zorras, hetairas, mesalinas, pelanduscas, busconas, coimas, cortesanas, mantenidas, mujerzuelas, pecadoras, golfas, mujeres públicas, busconas, pellejas, horizontales, furcias, calientacamas, tías, zurronas, suripantas, prójimas, perdidas, bagasas, peliforras, lumias, daifas, calloncas, capulinas, pendones, pendangas, coimas, mesalinas, pecadoras, ninfas, gorronas, maturrangas, trotonas, gamberras, hurgamanderas, cantoneras, germanas, mundanas, mujeres galantes, de vida airada, de la vida, de mal vivir, del partido, mozas de fortuna, mancebas, barraganas, concubinas, mantenidas, adúlteras... entre otros muchos adjetivos.

Y lo grave, lo paradójico, es que todo el mundo coincide en afirmar que las “malas de la película” no son ellas sino los chulos, los proxenetas, los empresarios del sexo, los clientes. Y, vaya por Dios, ninguno de ellos es hijo de puta.


*José-Miguel Vila (periodista y autor de “Prostitución : Vidas Quebradas”)

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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