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Larga cambiada

Larga cambiada

miércoles 02 de abril de 2008, 17:40h
TITO B. DIAGONAL
Barcelonés de alta cuna y más alto standing financiero, muy apreciado en anteriores etapas de este diario, vuelve a ilustrarnos sobre los entresijos de las clases pudientes.

Ayer en este medio que yo prestigio con mi prestigiada y prestigiosa presencia magistral, el chiquito ese de abajo, Emilio Martínez, recogía, en una excelente crónica, el culebrón de José Tomás. ¿Viene o no viene esta temporada el diestro de Galapagar a Las Ventas? ¿Podrán los del tendido del siete ejercer su auto-otorgado magisterio colectivo en materia de lances taurómacos? ¿270.180 euros –o sea, 45 millones de las pesetas de antes­—son muchos o pocos a la hora de pagar a Tomás?... Preguntas que quedan en el aire, aunque en esta ocasión, la lehendakarisa madrileñí, Esperanza Aguirre y Gil de Biedma,ante el interés suscitado en la afición, ha sabido dar una larga cambiada y llevarse al morlaco a su terreno: José Tomás irá a Las Ventas. Y que la empresa actual que se rasque el bolsillo…

Sí, amadísimos, globalizados, megaletileonorisofiados y tomaseados niños y niñas que me leéis, la cosa está que arde en el planeta de los toros. Salvador Boix, (catalán, por si quedan dudas), apoderado de Tomás, es de los que sigue la máxima de que “el que quiera lujos que se los pague”. Y ni falta hace decir que José Tomás es un lujazo de la Fiesta Nacional, como tiene escrito mi querido Carlos Abella, que es nuestro asesor taurino en el club.

Claro que Tomás tiene más predicamento entre la progresía (Serrat, Sabina, Boadella, Arcadi Espada, entre otros muchos, que incluyen al malvado del Vilariño, sonasiduosde los festejos en los que actúa el maestro) que entre el peperío y demás gentes de orden. Cosa que tampoco es de extrañar, porque el de Galapagar es un torero atípico, de los introvertidos, de los que sólo tienen un único modelo: ellos mismos. Vamos, que a la hora de la verdad, en el momento de hacer el brindis, a Tomás le entran grandísimas tentaciones de brindarse el toro a él mismo. A eso se le llama autoestima, ego por las nubes. Talmente como José Bono.

José Tomás es el torero de moda. El que ha roto moldes de todo el folklore que, desde Currito de la Cruz (excelente novela de Alejandro Pérez Lugín, allá por la primera veintena del pasado siglo) ha acompañado al matador y a su cuadrilla. Que si una colección de estampitas religiosas por aquí… Que si una capillita con una Virgen por allí… Que si el capote de paseo que me regaló mamá… Que a ver si el mozo de espadas anda fino a la hora de asentarme la taleguilla y su blindaje de algodón bien prieto sobre el saco escrotal… Nada de esto cuadra con Tomás, al que nunca veremos casado –y, por supuesto divorciado— con/de una duquesita como Francisco Rivera Ordóñez. Ni mucho menos compartiendo prole biológica con Belén Esteban como le ocurrió a Jesulín de Ubrique. José Tomás es de otra pasta. De la pasta del zen, sin ir más lejos. Algo así como intelectual hasta las cachas neuronales. Sobrio. Con sentimiento íntimo. Perfeccionista. Valiente. Y, eso sí, un negocio redondo para las tintorerías. Porque Tomás, las más de las veces, una vez acabada la corrida, sale con look entre Nazareno flagelado y morcilla de Burgos. Por la sangre, claro.

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