"Nunca, mientras yo viva, gobernará este país el Movimiento por un Cambio Democrático", dijo Robert Mugabe al diario oficialista The Herald en vísperas de las elecciones parlamentarias y presidenciales del pasado sábado en Zimbabue. Tenía razón para el optimismo. Había falsificado los resultados de 3 elecciones mediante un sistema electoral que le permitió jugar a su antojo con el voto durante 28 años para relegitimar su dictadura.
En este caso, todo estaba blindado: no habría observadores internacionales ni testigos opositores en los escrutinios, los censos eran fantasmas y sobraban millones de papeletas impresas.
Su principal contendor, Morgan Tsvangirai, el líder del MDC, era huésped habitual de sus cárceles y recibía esporádicas pa li zas de parte de sus partidarios fanatizados.
Pero la nueva farsa se montaba en un escenario económico y socia l más que dantesco: el 80% de los zimbabuenses están desempleados y sobreviven con un poco más de 1 euro al día. La escasez de comida es crónica.
El producto interno bruto cae vertiginosamente desde hace 7 años. La expectativa de vida pasó de 63 años de edad en 1990 a poco más de 37 años ahora y la inflación supera el 100.000% anual.
Los primeros escrutinios demostraron una sorpresiva ventaja para la oposición.
El silencio de Mugabe hacía pensar en un nuevo fraude.
La comunidad internacional exigió transparencia.
El dictador apelaba al recurso del miedo. Pero el martes no era posible mantener por más tiempo el suspenso.
El enviado del diario El País reseña que el lunes Mugabe supo "por boca de los suyos, lo que muchos sabían desde hace días en Zimbabue: que había perdido las elecciones y, lo que era peor, el triunfo opositor era tan claro que el aparato del régimen sería impotente para utilizar sus trucos habituales para darle la vuelta a la situación".
Ahora, se busca el camino de una transición. El dictador seguramente negociará con sus jefes militares. Su entorno insiste en una segunda vuelta. La Comisión Nacional Electoral de Zimbabuedio a conocer oficialmente la mayoría opositora en el Parlamento.
Mugabe sugiere que dejará el poder a su manera. El hecho cierto es que la llamada "vergüenza de África" ha sido derrotada con sus propias armas.
En el palacio presidencial de Harare permanece la réplica de la espada de Bolívar que hace cuatro años le regaló Chávez en Caracas.
Manuel Felipe Sierra
[email protected]
Si (
No(
