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El corazón del dinero

El corazón del dinero

lunes 07 de abril de 2008, 17:39h

Esta columna viene a ser hija de la conversación con un periodista. Se discutía sobre el poder del Gobierno y el poder del empresariado, se postulaba que el Gobierno es el principal responsable, que es el que tiene el poder, y cuando se puso sobre la mesa que el poder económico desemboca en poder político y que grandes empresarios son actores fundamentales, el periodista retrucó: “¿Y está mal tener dinero?”.

Esta interrogante encontró, días más tarde, elementos de respuesta en una investigación publicada en marzo de este año por la revista francesa Sciences Humaines (n.191). Se trata de un acercamiento al mundo del dinero, al mundo de los ricos, de los muy ricos. Tema interesante, entre otras razones, porque los adinerados de nuestra época no hacen sino reproducirse. En Estados Unidos el número de millonarios dobló; en China, en India, en Rusia y hasta en África, la cantidad está en plena expansión. El fenómeno, además de llamar la atención sobre la indignante distribución de riqueza en el mundo (y en este sentido sí podemos echar el grito al cielo contra estas riquezas), nos lleva un siglo atrás y vuelve a plantearnos interrogantes: ¿Cuántos son? ¿De dónde salen sus ganancias? ¿Cómo viven?; para llegar al tema de fondo: ¿Cuál es el sentido de tener mucho, mucho dinero?

La multiplicación de las riquezas hoy viene de la mano de fortunas de los orígenes más diversos y a la vez va de la mano del cosmopolitismo de las élites “afortunadas”. La apertura hacia el extranjero, si bien es de larga data, hoy se perfecciona por la dinámica geográfica de la economía mundial y los avances tecnológicos. No son pocas las aproximaciones al quehacer de esta clase internacional, desde Marcel Proust hasta Pierre Bourdieu, pasando por una cadena no desdeñable de publicaciones sobre la problemática. Despierta la curiosidad, desata sonrisas, cuando no provoca indignación. Gastos de prestigio: productos de lujo como joyas ridículamente costosas, residencias (palacios y castillos), objetos de arte, medios de transporte (autos de lujo, yates, jets privados) y la organización de recepciones y viajes elegantes. Resulta que más que responder a una necesidad material, se trata de impresionar a quienes miran.

Las actitudes precedentes son de interés general porque ponen en vitrina el comportamiento humano en situación extrema, como lo es la de la gran riqueza. La finalidad última ya no es disfrutar de sol y playa un lunes por la mañana, sino la distinción, como explicó Bourdieu. Signos de reconocimiento que miden el lugar de cada millonario en una jerarquía social. Lo que se busca, a cualquier precio, es el reconocimiento del entorno. Tocamos entonces una de las “cuerdas más sensibles de la psicología humana” como bien anota Jean-Francois Dortier.

Entonces, ¿es malo tener dinero? Si es para caer en el absurdo humano cuando la pobreza se agudiza, si es sobre la base de la explotación del otro, si es concentrando ilegalmente tierras, si es manteniendo sistemas de semiesclavismo, si es contra los principios ecológicos, si es sobre la base del trabajo infantil, la respuesta es afirmativa y contundente, señor.

* Comunicadora

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Tomado de la Edición 07/04/2008 de La Prensa

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