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El milagro de San Gil

martes 13 de mayo de 2008, 17:33h
María San Gil tiene unas profundas discrepancias con la ponencia política que sin embargo, a decir de los demás miembros de esa comisión, fue consensuada con ella, en todos sus extremos, el pasado domingo. Luego vino el desasosiego de la dirigente vasca y su descubrimiento de que no se fiaba de Mariano Rajoy. Han salido en tromba, en defensa de sus posiciones, Esperanza Aguirre, Ana Botella y una pléyade de dirigentes populares que consagran las posiciones de San Gil como el santo advenimiento, sin haberlas podido conocer porque la interesada no las ha manifestado.

La ecuación es muy elemental: el prestigio de San Gil la sitúa como referencia moral para tener razón sin necesidad de explicar en donde está situada y en qué consisten sus diferendos con la dirección de su partido. En la sombra, agazapado, Jaime Mayor Oreja, que sigue siendo el instigador de una sorda batalla por el poder, mueve peones para desgastar al líder del PP. Hace unos días reclamaba la intervención de José María  Aznar y de Francisco Álvarez Cascos. Ahora maneja sus influencias en el País Vasco consciente del valor del factor emocional que supone que los dirigentes de esa comunidad, amenazados por ETA, tomen posiciones contra el único candidato en el congreso del PP.

El torpedo lanzado por la dirigente del Partido Popular en el País Vasco es el primero que ha alcanzado la línea de flotación de Mariano Rajoy. Pero la paradoja se recrea en el hecho de que hasta la fecha nadie ha puesto blanco sobre negro las discrepancias con la línea marcada por Mariano Rajoy y nadie ha tenido el coraje de dar un paso al frente para disputarle la dirección del partido.

Estamos en una guerra de desgaste en la que lo que parece que se pretende es tener a un Mariano Rajoy debilitado al frente del partido que administre los desgastes que promoverán las elecciones más cercanas: las gallegas, las vascas, las europeas y tal vez las municipales. Luego, cuando Rajoy consume el cáliz de su calvario, florecerán las alternativas que tal vez ya estén pactadas en el sigilo de esta conspiración en la que María San Gil, en su condición de ungida por la amenaza del terrorismo vasco, ha utilizado su carácter de referencia moral para dar una patada en la espinilla de Mariano Rajoy. Esto es sólo el principio.
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