Zapatero y la economía

España está inmersa en una crisis importante, del mismo modo que otros países occidentales, con la particularidad de que aquí es más intensa por la situación del sector inmobiliario y, lo que es más grave, el peso que tiene la construcción en el producto interior bruto español. Nadie en su sano juicio niega estas evidencias y desde las más altas instancias políticas y financieras del mundo se habla abiertamente de esta crisis, hasta el punto de que algunos la comparan con los peores momentos de la historia económica de los países desarrollados.

Sin embargo, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, quiere ser --una vez más-- diferente y, en un detalle que desataría la sonrisa sino fuese por la gravedad del asunto, ve en esta crisis una desaceleración intensa, lo cual también puede dar idea de que en manos está el país. Es una reacción más que sorprendente, ya que la situación creada tampoco es atribuible únicamente a la gestión del Gobierno, de ahí que éste deba y pueda afrontar la situación con normalidad, sin esconderse debajo de la almohada.

Si bien ya se han tomado algunas medidas parciales por parte de Pedro Solbes, es evidente que el Gobierno debe reaccionar de manera más visible y promover nuevas soluciones concertadas con empresarios y sindicatos, dada la dificultad de la situación. Sólo así será creíble que realmente está tomando la iniciativa ante los implacables malos datos que ofrecen en las últimas semanas los indicadores más significativos. Eso que Rodríguez Zapatero llama desaceleración intensa requiere un paquete de reformas estructurales en materias como precios, competitividad y desempleo, pensiones, financiación pública o inmigración. Nada más, y nada menos.