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Un revolucionario nunca miente

Un revolucionario nunca miente

jueves 12 de junio de 2008, 05:15h

En la revolución criolla no todo es alta política, sacrificios sobrehumanos y salvar al mundo. De vez en cuando, esos líderes míticos, si la batalla eterna contra el imperio lo permite, se bajan de las galaxias justicieras y hasta se enteran del precio verdadero de un kilo de carne, de cuánto cuesta un mercado decente o del último secuestro en plena ciudad.

Confirman la realidad. Se aseguran de que su gestión sea perfecta, exitosa. No hay posibilidad de que los engañen. No confían en terceros. Nunca.

En días pasados, uno de esos ministros combatientes del proceso dijo, sin que le temblara el brazo, el mismo con que sostendrá algún día un fusil contra los gringos invasores, que el salario mínimo era suficiente para comprar la canasta básica alimentaria y que, sin que se le escapara una risita, sobraba plata para ahorrar. Lo dijo en serio. Muy en serio. Es que un funcionario socialista, siempre disciplinado y analítico, nunca miente.

Pero la rigurosidad revolucionaria es compartida. Otro ministro, emblemático por sus historias bélicas y andanzas selváticas, semana a semana informa cómo la estrategia del Gobierno comienza a derrotar al delito. Dice este héroe de la insurgencia que ya la población puede percibir la seguridad, que se trata de una percepción y que, claro, no hay que creer a los medios mentirosos y golpistas. Esta gente no miente. Alguien que está dispuesto a dar su vida por el proceso y su líder no es capaz de mentir. Sus principios éticos y morales se lo impiden. Disminuye la criminalidad. Casi no hay secuestros. También lo dijo en serio.

Otro ministro. Militar también, no faltaba más. No es médico, pero su sentido del deber es tan alto que se entrega a resolver los problemas de salud de la población con las únicas armas que tiene: voluntad y dignidad.

Así que escucharlo decir que la red hospitalaria funciona a la perfección y que la supuesta crisis es un invento de la oposición, tranquiliza y te reconcilia con los más altos principios de la revolución. Es imposible no creerle. Un hombre que siente en su sangre las injusticias que genera el capitalismo, capaz de andar desnudo y en la pobreza, sólo por el bienestar de sus compatriotas, no mentirá jamás.

Y mientras más alto es el funcionario más verdades dirá. Los mueve su compromiso con la historia y el país. Es el socialismo encarnado en estos hombres que los dioses tuvieron a bien soltar en esta parte del mundo.

Cómo no creer a un apóstol de estos, casi ángeles descendidos, que efectivamente hay menos pobres, que están construyendo más casas, que hay más empleo, que no hay corrupción, que no creen en guerrilleros ni terroristas, que combaten el narcotráfico, que persiguen el lavado de capitales, que reconstruyeron Vargas, que mataron la inflación, que ahora vivimos mejor.

Agradecidos deberíamos estar.

Elides J. Rojas
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