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El silencio de José Bono

El silencio de José Bono

lunes 30 de junio de 2008, 21:10h
A estas horas, al lado de la redacción de Diariocrítico, la pasión roja (que no roja pasión) por la retorno triunfal de la selección de fútbol, vencedora en seis combates, hace subir muchos grados la temperatura de la Plaza de Colón. Bien empieza lo que bien acaba. Gran fin de fiesta, traca postrera y hasta luminarias multicolores como colofón. Han sido dos semanitas bien interesantes: que si lo de crisis es una opinión… Que si Esperanza Aguirre aprieta el cinturón de su Gobierno y suelta el lastre de dos consejeros marianistas confesos y, tras el cese, mártires… Que si hay que defender la Lengua Común… Que si Ibarretxe se destapa en el Parlamento de Vitoria/Gasteiz (más que destaparse, el pobriño se queda con el pompis y los colgajos al aire)… Y que, lo nunca visto por las nuevas generaciones de españoles (y españolas, también, Bibiana no me sea pesada), la selección española de fútbol de seis partidos jugados, seis ganados y la Eurocopa para las vitrinas de la Real Federación Española de Fútbol.  ¡Qué bien! ¿No?.
Pues oigan. No tan bien. Al columnista le falta algo. Y ese algo es el verbo cálido, la sonrisa empática, la expresión de listillo aventajado de José Bono Martínez, presidente del Congreso de los Diputados y de las Diputadas. Sí, ya sabemos que el pasado viernes casó a su hija en Toledo. Y que estrenarse como padre la novia es siempre mucha responsabilidad. Pero, Bono debería poder con todo.

A estas alturas no me lo puedo creer. Lío en el PP de Madrid. Y Bono callado. Seis partidos triunfales, seis de la selección española, con el correspondiente ondeo de rojigualdas a porrillo. Y Bono en plan esfinge albaceteña prerromana. Veinte abajofirmantes –muchos de ellos apreciados enormemente por el susodicho, dado el acendrado españolismo del que hacen gala— doliéndose por la Lengua Común (por cierto a José Antonio Primo de Rivera también le dolía España) y Bono Martínez sin ilustrarnos a los del vulgo en general y a la chusma periodística en particular con su encendidísima defensa del castellano escrito y del oral con acento de Valladoliz y sin consonantes aspiradas.

¿No habíamos quedado, Fernando J., que el amigo Bono jamás da una puntada sin hilo? ¿Qué es lo que le lleva a guardar un silencio que haría que los dos leones del Congreso de los Diputados parezcan verborreicos por comparación? Uno –malvado como le atribuyen y, en realidad, es—cree que el actual presidente del Congreso de los Diputados y ex ministro de Defensa anda trabajándose el poder vestir aún más su alto cargo institucional –el tercero del Reino—con la pompa y el boato al que está acostumbrado desde su época de inquilino del toledano Palacio de Fuensalida. Algo así como conseguir que el Ministerio de Defensa asigne a las Cortes Generales (Congreso y Senado) una unidad militar interejércitos, tipo batallón (o sea, unos 400 hombres) para rendir honores de ordenanza cada vez que se tercie. Bono se ha enterado que, desde hace años, el Parlamento francés (Cámara de los Diputados y Senado) cuenta ya con un batallón de este tipo. Y ahora suspira por este juguetito y este signo de distinción institucional.

En fin. Ojalá que dentro de poco podamos contar con Bono en estado puro. La verdad es que este columnista le echa de menos. Aquellas homilías castrenses y aquellas arengas religiosas (no es una confusión) eran alimento para mi intelecto. Te pasabas el día haciendo información y, por la tarde, como postre te topabas con Bono opinando –generalmente a contrapelo—y alegrándote el ordenador. ¡Cuántas alegrías me ha dado José Bono!. Una de ellas, y por la que le guardo eterno reconocimiento, fue cuando, a distancia de lo menos 632 km, me leyó el pensamiento y dijo, ante cámaras y micrófonos, que Tony Blair era un gilipollas. Es en lo único que he estado de acuerdo con Bono Martínez.
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