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Amy Winehouse dio la talla, pero no fue generosa con su público

Amy Winehouse dio la talla, pero no fue generosa con su público

sábado 05 de julio de 2008, 00:47h

Hasta el final, su nombre estuvo en el aire. Y nunca mejor dicho. Aterrizó en Barajas a las 20.00 horas y a las 21.00 empezaba su concierto en Arganda del Rey. Con todo, Amy Winehouse dio la talla. No fue generosa, nada de bises ni de saludos al público, pero cubrió las expectativas. Muchos se conformaban con el hecho de que hubiera salido al escenario, con verla de cerca.

Enfundada en un minivestido, con su peculiar y abultado peinado, su característica raya sobre los ojos y ese aspecto frágil, la niña mala del soul salió con ganas. No estaba en su mejor momento –tampoco en el peor-, pero aguantó algo más de diez canciones sobre el escenario, copa de vino tinto mediante.

Arrancó con ‘Addicted’ y ‘Just friend’. Encandiló, más que nada porque estaba allí, en vivo y en directo. Pero hubo canciones en las que su voz más que oírse se intuía. El público no paró de arroparla, pese a que la gran diva no hizo ni un guiño a sus incondicionales. De principio a fin, hubo ganas de disfrutar, con un lleno hasta la bandera.

Con ‘Tears run dry’, el personal empezó a animarse. '¡AAAmyyyy, AAAmyyyyy!". Las cámaras se multiplicaban para inmortalizarla y ella, espontánea de naturaleza, se quitaba los taconazos para calzarse unas bailarinas. Después vendrían ‘Love is a losing game’, ‘Hey little rich girl’ y ‘You’re wondering now’; en todas las canciones sus dos coristas y bailarines supieron cómo cubrirla en sus carencias.

Con sólo dos discos en el mercado, ‘Frank’ y ‘Back to Black’, y cinco premios Grammy a la espalda –entre una larga lista-, Amy Winehouse se ha situado ya entre los grandes nombres de la música. A 24 años, ya ha conocido la gloria; que haya sabido digerirla es otra cuestión.

Para muchos, la imagen más reciente de Amy llegaba de Rock in Rio Lisboa, donde las adicciones le impidieron dar mínimamante la talla. Madrid ha sido otra historia, pero está claro que podría haber lucido más sobre el escenario. Estuvo una hora de reloj que se pasó volando. Y con ‘Rehab’ se llevó la mayor ovación. Casi un éxtasis colectivo.

La de Amy ha sido una carrera meteórica. Con 13 años le regalaron su primera guitarra y con 16 despegaba su carrera. Mucho éxito y demasiada juventud. Los últimos tiempos de la artista nacida en el norte de Londres han sido un sobresalto tras otro. Su relación con el crack, un marido encarcelado y un carácter demasiado fuerte han hecho un flaco favor a su carrera.

La Winehouse llegó a la Ciudad de Rock como una estrella, caprichos de camerino incluidos. Yogur de soja natural, pan de pita y de cebolla, jengibre, lima y miel fueron algunas de las peticiones que hizo. Será que la artista está cambiando de hábitos. También pidió ensaladas y fruta.

Desde las 17.00 horas, cuando se abrieron las puertas del festival, su nombre fue el más repetido. ¿Vendrá? ¿En qué estado? En la Ciudad del Rock sólo se hablaba de ella. Público -unas 75.000 personas, según la organización- y medios –mucho más numerosos que en el primer fin de semana- esperaban deseosos que la joven estrella estuviese de humor para desplegar todo su arte. Sin embargo, siguen sin correr buenos tiempos para Amy, que sigue en arresto domiciliario y sólo puede salir a dar conciertos.

Pese a todo, muchas caras conocidas se acercaron a verla. Paz Vega con su marido, David Delfín, Javier Hidalgo, la cantante Merche y Pablo Rivero fueron algunos de los que aclamaron a la artista. También su estética tomó la Ciudad del Rock. Incluso madres e hijas imitaron su vestuario e incluso su maquillaje y sus singulares peinados. Al fin y al cabo, era una oportunidad única para ver a una estrella.

 

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