Mucho tiene por hacer desde ahora mismo nuestro Ministerio de Deportes y el Comité Olímpico.
Millones de personas de todas las razas, nacionalidades y clases sociales de alrededor de planeta han estado atentas en este agosto, pese a los diferentes usos horarios, a los Juegos Olímpicos de Pekín que acaban de concluir. En Ecuador hemos seguido sus incidencias, en particular la portentosa actuación del marchista cuencano Jefferson Pérez y la discreta, aunque ascendente, participación de nuestros atletas.
Sin embargo, nos queda a muchos un sabor agridulce, por cuanto es incuestionable el desarrollo del deporte olímpico en países donde sus estados lo alientan, apoyan, amparan y desarrollan con los recursos necesarios. En estos tiempos en que se habla de tantos cambios, va siendo hora de que el Estado ecuatoriano asuma esta responsabilidad a fondo, de manera permanente, como una política prioritaria.
Memorable fue esta Olimpiada, desde la fastuosa inauguración hasta la clausura. La República Popular China hizo un esfuerzo de planificación, construcción, preparación deportiva, organización e inserción de tecnologías de punta, ejemplar y deslumbrador. Mucho tendrá que hacer Londres para superarlo en el 2012, y más aún las ciudades que le seguirán.
En estas Olimpiadas se ha constatado la existencia de un gran talento deportivo entre nuestro pueblo, y hay que tomar las medidas necesarias para consolidarlo y darle una vigorosa proyección internacional. Mucho tiene por hacer desde ahora mismo nuestro Ministerio de Deportes y el Comité Olímpico para preparar a los atletas ecuatorianos al nivel de sus pariguales del resto del mundo. Sin demagogia ni politiquería, y sí con hechos.