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Tronas y megatronas

Tronas y megatronas

miércoles 27 de agosto de 2008, 23:30h

Circulan en la Internet fotos en las que aparece el Baby Bush, supuestamente borracho. Las primeras imágenes las divulgó “National Enquirer”, revista sensacionalista editada en estados unidos que se especializa en escándalos de celebridades y dentro de semejante fauna, de integrantes de la farándula política.

La aparente voladora la agarró el presidente norteamericano en su reciente visita a Beijing, como invitado a los juegos olímpicos. un escenario desaconsejable para tales canas al aire, porque a la vista del público y en un estadio con capacidad para más de 90 mil aficionados lo menos que puede guardar un jefe de estado, es compostura. “mens sana in corpore sano”, proclamaba juvenal hace dos mil años. Contrariar máxima tan venerable ante jóvenes deportistas, tipifica delito de lesa olimpíada. El barón Pierre de Combertin, lo esperará en el otro mundo, para pedirle cuentas al perpetrador.

Esto de los jefes de estado beodos, ha dado mucha tela qué cortar. Entre nosotros, los casos más sonados han sido, por orden cronológico —no etílico— Cipriano Castro, bebedor de coñac y aficionado a las llamadas mujeres de vida alegre, Medina Angarita, demócrata, honorable padre de familia pero frívolo y borrachín. La fama de Jaime Lusinchi, por empinar el codo, formó parte de su leyenda negra. Sin embargo, su alcoholismo fue más guerra sucia electoral que un verdadero exceso.

Para hablar de contemporáneos, son famosas las voladoras de Daniel Ortega, presidente de nicaragua, de Alan García, de Perú —las de Evo son con coca— y de Nicolás Sarkozy, quien días atrás, apenas, se presentó en una rueda de prensa dando traspiés, sin que el asunto pasara a mayor, salvo para algunos opositores pacatos.

De lo que sí no habíamos tenido conocimiento, jamás, es de la utilización de la afición etílica para dirimir los conflictos entre dos presidentes rivales. Un jefe de estado si tenía pendencias con un colega, lo invadía, rompía relaciones diplomáticas, le decretaba un embargo económico o le disparaba un misil. Pero eso de utilizar un “aló, presidente”, para difundir las imágenes de un adversario en pretendido estado de ebriedad representa un arma inédita, por lo menos entre funcionarios de jerarquía.

¿Constituye el calificativo de borrachín una temible daga o metralleta al extremo de provocar una rendición incondicional?

Todo lo inútil se vuelve pernicioso. De manera que eso de disparar un proyectil inofensivo, de bajo calibre, sobre todo, entraña el peligro de devolverse contra quien aprieta el gatillo. Más que una escaramuza guerrera, prusiana, digna de alguien que blasona con el ¡patria, socialismo o muerte! acusaciones de semejante nivel se asemejan a las reyertas entre prostitutas y de las baratas, con el perdón de estas últimas, porque lo último que queremos es ofender.

Quizá, al empleo de armamento tan poco convencional se refería alguno de los generalotes bolivarianos, cuando meses atrás proclamaba que en caso de una confrontación contra estados unidos la guerra sería asimétrica. Adjetivos apartes, si por calificar de borracho mandáramos a alguien al cementerio, en Venezuela no quedaríamos seres vivos.

Hasta la fecha, Bush no le ha devuelto el ataque a su colega venezolano. Sin embargo, como lo que es igual no es trampa, no nos sorprendería, que una vez que se le pase la pea y el subsiguiente ratón, eche mano de un arsenal igual o peor al de su archienemigo. No sería una contraofensiva con cañones ni con la quinta flota, sino con unas mentadas teledirigidas, directo, a la reputación ajena. Retorsión, llamamos los abogados a esta especie de ¡la tuya, que es mi comadre!

-Más kurdow será usted, míster. of course, yo, zamparme many jack daniels entre pechowespaldaow, pero you agarrar megatronas, con haloperidol, litio, prosacritalín, mezclados caballito frenao, rinquincalla y odio, que es el peor de los carburantes.

Venezolanos y gringos ¡temblad! no creemos que tal fuego cruzado llegue a magnicidio. Pero un borrachicidio puede ocurrir en cualquier momento.

Omar Estacio
Abogado venezolano

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