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¿Y ahora qué?

¿Y ahora qué?

miércoles 07 de febrero de 2007, 22:12h

Andan los arúspices haciendo cábalas. Los hay que recurren, allá por los aledaños de la barcelonesa Plaza de Sant Jaume, a los oficios de Madame Zozó; en la capital convulsa del hoy públicamente convulso Reino de España, prefieren a Octavio Aceves o así. ¿Dimitirá o no dimitirá el recusado magistrado Pablo Pérez Tremps? ¿Importa eso?, galleguea el columnista. No debe importar mucho a nadie, cuando ya tenemos el pifostio montado.

Quienes extramuros del Tribunal Constitucional propiciaron la recusación del magistrado, lanzan ahora el nada sibilino mensaje de que para qué va a dimitir. Incluso añaden con boquita de pitiminí que hay que reconocerles a Pérez Tremps su extraordinaria cultura jurídica. Y luego, transmutados, lanzan venablos verbales contra el Gobierno (es ya una tradición) y poniendo la venda antes de la pedrada dicen que sería un fraude de ley la dimisión del recusado, dado que el Gobierno –como es su obligación—debería nombrar un sustituto que, ni que decir tiene, será de su cuerda.

 Y en esas estamos todos. El recusado, que deberá decidir, en el ejercicio de su libertad, si cuelga la toga o sigue ocupando plaza de magistrado en el TC. Los del Partido Popular deseosos de cobrarse la baza de que sus magistrados afines (cabría hablar incluso de la Acorazada Togada y no sería ninguna exageración, sino la constatación, malévola si se quiere, de un hecho tan malévolo como el de la permanente judicialización del debate político) hagan trizas el estatuto de Catalunya, preferentemente desde el preámbulo hasta la última disposición transitoria. Y el Gobierno, comprobando una vez más, que en política no sólo cuentan talante y buenas intenciones y que la riada de barro de hogaño procede de aquellos polvos de antaño. Y, claro está, los ciudadanos, periodistas o no, con cara de asombro y una pregunta a flor de labios: ¿y ahora qué?.

 Ahora, claro, a verlas venir. A derramar alguna lágrima por la falta de sentido común, ni siquiera de Estado, de una oposición que pretende conseguir por la decisión interesada de sus afines lo que no consiguió ni por las urnas (elecciones generales del 2004) ni, en el caso del Estatut(o) de Cataluña por los votos de los catalanes, los más interesados, ni por las mayorías parlamentarias en ambas cámaras.

¿Y ahora qué?, se pregunta el columnista en tiempo presente. ¿Y luego qué más?, se interroga el mismo en clave de futuro imperfecto.

[Estrambote con mala baba: ¿no convendría que también se abstuvieran, a la hora de dictaminar sobre los recursos contra el Estatut(o) catalán todos aquellos magistrados que, con anterioridad a su ascenso a los estrados del Tribunal Constitucional, escribieron y hablaron contra el Estado de las Autonomías? Porque en la exigua mayoría de togados del TC contrarios al texto catalán quien más, quien menos lleva pontificando sobre el particular desde hace años. Si a Pérez Tremps se le reprochan prejuicios sobre la materia, a los otros también cabría apreciárselos. Bueno, siempre y cuando lo del nacionalismo centrípeto de muchos magistrados no sea más que mérito patriótico y no contaminación por prejuicios previos]

 

 

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