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Nostalgia del buen cine

miércoles 28 de febrero de 2007, 14:04h
The good german
Director: Steven Soderbergh. 
Intérpretes: George Clooney, Cate Blanchett, Tobey Maguire, Beau Bridges, Tony Curran, Leland Orser, Jack Thompson, Robin Weigert, Ravil Isyanov.

Los fans del blanco y negro nunca están contentos. Por eso, y aun cuando un efectista y, por qué no, virtuoso de la cámara moderna como Steven Soderbergh decide resucitar a ciertos fantasmas del celuloide, les entra la tentación de corregirle el punto de sal. Y no andan descaminados, pues a pesar del trabajo preciosista que constituye El buen alemán, a todas luces impecable en su factura técnica, no emociona como aquellas historias de posguerra y espionaje que conservaban intacto un poso de cercanía histórica.

Ni siquiera lo hace como su hermana mayor, Casablanca, producción  a la que el director se dedica a homenajear de forma bastante explícita desde la ‘a’ hasta la ‘z’ del metraje, y no sólo con situaciones, sino con personajes a imagen y semejanza de los originales. No obstante, la nostalgia que emana sin cesar de sus primerísimos planos, de sus cortinillas verticales o del característico grano gordo de la película, compensa un guión que no llegará lejos en sus pretensiones de éxito a corto plazo.

Jake Geismar (George Clooney) es un corresponsal militar que regresa a Berlín a cubrir la conferencia de paz de Postdam tras la Segunda Guerra Mundial. El reencuentro con su ex amante Lena Brandt (Cate Blanchett) y el asesinato de su chófer Tully (Tobey Maguire), le meterán de lleno en una intriga en la que rusos y norteamericanos buscan desesperadamente a un hombre que guarda consigo secretos muy valiosos con poder para otorgar supremacía mundial. Una argumento aparentemente atractivo.

Pero el resultado es, además de algo confuso, un fallido intento de trama deductiva en el que quedan borrosos tanto el continuo supuesto vilo misterioso como el desenlace final. Se llega a mascar la tensión entre ejércitos y Gobiernos, pero cualquier atisbo de relato con peso es, de hecho, eclipsado inmediatamente por la soberbia y enigmática figura de Blanchett, un calco de Ingrid Bergman con marcado acento alemán y una dureza difícil de superar. Deja por los suelos al mismísimo Batman. Y no digamos a Spiderman.

Que uno de los protagonistas, por tanto, distraiga la atención de esa manera, no ayuda nada a que El buen alemán cause el efecto deseado. Todo es por y para ella. Quedan rotas así las expectativas de traiciones e intereses que hicieron sucumbir a un público en tiempos pasados. No debe ser norma comparar, pero este film lo pide a gritos. Y son los actores de reparto los que finalmente dan soporte sin quererlo a una débil estructura que se mantiene en pide por la gracia del contexto, como Beau Bridges o Leland Roser.

Dejan un buen sabor de boca, sin embargo, los detalles. El genio musical de Thomas Newman logra impregnar la película de un olor suave y agradable que contrasta con los injertos visuales que, por cuenta del señor director, nos trasladan de pleno a una capital europea destrozada por las bombas y plagada de gentes desconcertadas. Un acierto, sin duda, porque si no habría ganado la partida el envoltorio clásico con lazo incluido. Y por último, su duración, un respiro de hora y cuarenta minutos.

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