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Elogio de la locura

Elogio de la locura


jueves 11 de octubre de 2007, 15:52h
El orfanato
Director: Juan Antonio Bayona. Guión: Sergio G. Sánchez.
Intérpretes: Belén Rueda, Geraldine Chaplin, Fernando Cayo, Roger Príncep, Mabel Rivera, Monserrat Carulla, Andrés Gertrudix, Edgar Vivar.

El miedo, como el patio, es particular. No obstante, muy acostumbrados estamos ya a que el cine de género que se nos viene ofertando en los últimos tiempos, contenga un más allá que no reduzca la esencia del miedo a unas feas vísceras o a un fantasma con cadenas. Hablamos, claro está, de las películas medio decentes y no de las de guadaña en mano con factura normalmente estadounidense. Necesitamos creer que existe una explicación para todo, alguien atormentado de por medio. Si no, no funciona.

El orfanato sigue esta línea pero aún le da una vuelta de tuerca más acudiendo al factor emocional así como al psicológico para contarnos cosas que podrían tener una perfecta razón de ser por sí mismas. Pero que también podrían ser todo lo contrario. Por eso, Jose Luis Bayona se convierte tras la cámara en un maestro de la insinuación, y se ve que disfruta tomándonos el pelo –en el buen sentido- durante gran parte del metraje. Necesita que creamos que lo que nos muestra es real, y lo hace a base de magia.

Belén Rueda -grande, muy grande- interpreta a Laura, una mujer que decide regresar al lugar donde se crió para montar una residencia de niños discapacitados junto a su hijo y su marido. Un enorme caserón con vigas de madera de esos que cruje a la mínima y con recovecos que harían las delicias de cualquier malvado psicópata. Un buen día, Simón, el niño, desaparece en extrañas circunstancias y su madre acepta que sus cinco ‘amigos invisibles’, a los que ha conocido en el nuevo hogar, han tenido algo que ver.

El padre, Carlos, asiste a la transformación de una mujer, la suya, desagarrada por el dolor, que busca razones en otro mundo para darse respuestas que le sirvan. La obsesión por encontrar al pequeño, de cuyo ignoto destino se burla la teledirigida imaginación del espectador, hace mella hasta en el último figurante a través de un cúmulo de rebuscadas situaciones que se balancean entre la casualidad y la causalidad, que nos van guiando hacia una solución final bien planteada, bien ejecutada, bien asumible.

El mismo guión, por tanto, contiene las pistas necesarias para resolver el enigma, aunque la ayuda es bienvenida, y llega en el momento justo. Lo demás, es un disfraz bien cosido y con unas pretensiones medidas, comenzando por la presentación del film y terminando con la última -¿penúltima?- escena. Y es que, tanto los sustos esperados como los no sabidos, son capaces de inquietar sin remedio. Y no hacen mal tampoco las referencias ‘gore’ ni el toquecito surreal a lo ‘parada de los monstruos’.

No hay reproches que valgan para el reparto, aunque quizá Fernando Cayo resulte un tanto débil como acompañante del personaje fuerte que compone Rueda. La actriz, a la que un aura televisiva rodea permanentemente, algo que se le irá solo, sorprende por su capacidad de cargar con todo el peso de la interpretación. Casi sin maquillar y muy delgada, otorga un rostro muy válido a la desesperación y, sobre todo, nada artificial. Quizá le ocurran demasiadas cosas sólo a ella, pero eso forma parte de la conjura universal.

Los secundarios, algunos de auténtico lujo como Geraldine Chaplin –puede hacer lo que quiera, para eso es quien es-, salpimentan a El orfanato. La fotografía, agua en todas sus versiones incluida, por supuesto, la música o el ruido, hacen el resto. Faltarían, quizá, algunas escenas cotidianas en medio de todo este berenjenal, pero también se agradece enormemente que alguien  haya decidido ir al grano evitando circunferencias de cartón piedra. Guillermo del Toro ha vuelto a hacer de las suyas, y le ha salido redondo.

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