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Tarde histórica en la Monumental

José Tomás se reafirma en el trono del toreo: 5 orejas y Puerta Grande en Barcelona

José Tomás se reafirma en el trono del toreo: 5 orejas y Puerta Grande en Barcelona

lunes 06 de julio de 2009, 12:28h
El rey del toreo sigue llamándose José Tomás. En su gesto de matar seis toros en Barcelona, brilló tanto por su entrega y ética profesional como por su variedad de suertes siempre intentando la geometría mágica de la pureza de su toreo. Más allá de las orejas, que fueron cinco 'una de regalo-, el sumo sacerdote de la Fiesta proclamó también a Barcelona ciudad taurina a pesar de una ridícula manifestación de 'antis'. La única pega que hay que ponerle es que los toros que eligió de tres ganaderías comerciales como Núñez del Cuvillo, El Pilar y Victoriano del Río salieron con el trapío justo y flojos. Eso sí, son los bureles que también matan el resto de las figuras, encima incapaces -excepto Perera, quizás- de bordar el toreo con semejantes bureles.
Dos toros de NÚÑEZ DEL CUVILLO, 1º y 6º; dos de EL PILAR, 2º Y 4º, y dos de VICTORIANO DEL RÍO, 3º y 5º. Todos justos de presencia y flojos, con 1º y 6º, inválidos. Nobles y manejables, con 2º y 5º, encastados. JOSÉ TOMÁS: silencio; oreja; oreja tras aviso; dos orejas; oreja tras aviso; palmas. Plaza de Barcelona, 5 de julio. Llenazo con cartel de 'no hay billetes'. ======================================================================

A las nueve de la noche los 18.000 afortunados espectadores, la mayoría en comunión tomasista desde que su ídolo hizo el paseíllo, de este festejo histórico iban toreando a la salida de la Monumental. En 'su' plaza y con 'sus' bicornes, el titular de la causa, el rey del toreo, acababa de reafirmarse en el trono con una actuación basada en la ética y la estética, que ya está inscrita con hilo de oro en las páginas del Cossío.

De esa enciclopedia que parece llevar incrustada en el espíritu y en la mente José Tomás, muchas de cuyas páginas abrió sobre el ruedo barcelonés. Siempre pisando terrenos inverosímiles, siempre entregado a tope, el de Galapagar podrá estar mejor o peor -casi cumbre cascabeleó su arte en la Monumental- pero se juega la vida en cada pase con percal o flámula. Ésa es su ética, a años luz del resto de sus compañeros, salvo Perera.

Sobre ella, sobre la máxima quietud, aplica su valor, sí, pero también su estética. Y en esta tarde benéfica que era su primera encerrona en solitario, también arrojó el naipe de la variedad, imprescindible en festejos con un único espada. En definitiva, un José Tomás de lujo, con el ya reseñado impedimento de la flojera de sus enemigos, todos cambiados con un simulacro de segundo puyazo.

Con tan leve castigo del picador,el 'cuvillo' que abrió función se derrumbaba cada vez que el de Galapagar, que se limitó algunos bellos arreboles, intentaba alguna serie. No mucha más fuerza tenía el segundo, de El Pilar, pero se adornaba con la casta y pedía el carnet de lidiador, que José Tomás, lucido a la verónica,le ofreció doblándose por bajo y domándole con temple y ligazón por ambos pitones.

Delantales, largas cordobesas, chicuelinas y hasta una especie de 'morantina', festoneó el coletudo frente al tercero, de Del Río, único que brindó al público. Después tras los ceñidísimos estatuarios, le extrajo naturales de profundidad oceánica abrochados con variedad de ayudados en su faena más maciza. En ella no faltó el drama -por fortuna no la tragedia- al ser volteado aparatosamente. Pero Tomás volvió a la cara del burel para seguir toreándolo como los ángeles. La espada quedó fea y el premio se redujo a un trofeo.

Gritos de ¡torero, torero!

Con el cuarto, de El Pilar, se entretuvo en un vistosísimo quite mixto por tafalleras, saltilleras y faroles que puso a la gente en pie. Menos en pie se tenía el bicho a mitad de faena y Tomás apostó por los desplantes y los circulares antes de un estoconazo que le valió la segunda -y excesiva- oreja del toro.

El quinto, de Victoriano del Río, también poseía casta y necesitaba una muñeca firme y un corazón grande, dos cualidades que le sobran al sumo sacerdote, brillante con gaoneras y que, tras un original inicio sentado en el estribo, y a base de tragar más que una legión de hambrientos, le fue pudiendo poco a poco. Además de su creatividad brotaron extraordinarios naturales con la derecha, pero también otra fea voltereta y algún achuchón final.

Cerró festejo otro inválido 'cuvillo', que sólo le permitió una larga cambiada de rodillas y una tanda de delantales. Tras brindar a su cuadrilla, y en vista de que el animal además de flojo era tardo, Tomás se decidió a pegarse un arrimón con los muslos entre los pitones y las femorales a merced de un bicho que ni aún así quiso pelea.

Ya daba casi igual, un público enfervorecido le jaleó y gritó ¡'torero, torero'! Un público con mayoría de catecúmenos de esta religión olorosa y flamigera que es la Fiesta, que disfrutó viendo cómo atravesaba en volandas y en loor de multitudes el sumo sacerdote. Ni ellos, ni Barcelona ni la historia lo olvidarán. Amén.
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