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Agudeza y torpeza en Íñigo Errejón

jueves 24 de enero de 2019, 19:16h

No esta resultando fácil para la ciudadanía de a pie –esa a la que dirige su mensaje el candidato Errejón- discernir si su última propuesta política es acertada o no, es o no factible y, finalmente, si es éticamente correcta. El haber abandonado su escaño de diputado en Podemos, para seguir adelante con la plataforma electoral “Mas Madrid” junto a la alcaldesa Carmena, al margen del aparato de Pablo Iglesias, solo ha conseguido dar un barniz de nobleza a su audaz viraje político.

El argumento de Errejón consiste en que importa más la determinación de la ciudanía común que las decisiones de partido. Incluso puede suceder que el partido se separe de la dinámica ciudadana. Si esto sucede, alguien tiene que denunciarlo, primero al interior del partido y, si no le hacen caso, fuera de los límites de la estructura partidaria. Esa es la razón de fondo que argumenta el cofundador de Podemos para haber concebido con la Alcaldesa una plataforma que extienda el éxito electoral en el Ayuntamiento a la Comunidad de Madrid. Más Madrid conseguiría así la sintonía entre ambas entidades para las políticas progresistas, hace tiempo perdida.

Ahora bien, al hacerlo sin contar con el aparato de Pablo Iglesias en Madrid, coloca “a los dueños de la marca” (como llama Errejón a la dirección de Podemos), en una situación complicada. En teoría, la idea de establecer un correlato de amplio espectro entre el Ayuntamiento y la Comunidad no parece mala y por ello habrá mucha gente que presione a la dirección partidaria para que encuentre alguna forma de aceptar la propuesta de Errejón/Carmena. Como él mismo insiste, a ello apuesta Errejón. Sin embargo, desde dentro del partido y sobre todo desde la estructura de Madrid, la operación de Iñigo significa saltarse todas las reglas del juego partidario, que los demás han aceptado, incluso para encajar que el astuto flaco fuera el candidato de Podemos a la Comunidad.

La audacia y agudeza de Errejón, que tiene tan cautivada a Manuela Carmena, puede que sea consistente en plano de la dinámica social, pero parece haber menospreciado la importancia de la formación partidaria. En efecto, cuando Iglesias y él mismo coincidieron en la necesidad de pasar del asambleísmo callejero a la formación de un partido político, se supone que fueron conscientes que, una vez constituido, el partido siempre cobra una autonomía relativa del movimiento social y la ciudadanía de que surge. Y si no fue consciente entonces, debería serlo ahora. En breve, el partido tiene derecho a sentir que Errejón no ha jugado limpio dentro de sus reglas y estructuras, al desconocerlas por completo. Algo que el sentido orgánico partidario inclina a Podemos a presentar su propio candidato a la Comunidad de Madrid.

Pero si esto sucede, la apuesta de Errejón se vendría abajo con estruendo. Porque se presentarán, al menos, tres candidaturas de izquierda: la de Más Madrid, la de Podemos y la del PSOE (y eso sin que Izquierda Unida rompa su alianza con Podemos). Con lo que no sólo habrá cosechado una amarga derrota para Mas Madrid (que afectará también al Ayuntamiento), sino que previsiblemente provocará la del conjunto de ese mundo progresista que quiere levantar en la Comunidad. El riesgo de la apuesta resulta altísimo. Y sería producto de una enorme torpeza política.

Desde Podemos –y sobre todo desde Irene Montero- se acusa a Errejón de seguir siempre sus impulsos personalistas. Y algo de razón tienen. Por eso quizás sea ilustrativo realizar un excurso al mundo interno del personaje. El asténico puro que es Iñigo da muestras de poseer una poderosa corteza pero también un sistema límbico apreciablemente frágil. Necesita elevadas dosis diarias de afecto y reconocimiento para poder funcionar animadamente. En el 2014 esos insumos emocionales los obtenía de su amistad con Pablo Iglesias y la camaradería del grupo fundador de Podemos. Pero solo dos años después descubrió que mantener divergencias tácticas con el líder máximo tenía un elevado costo afectivo. Iglesias necesita fidelidad total. Y no es de los que perdona fácilmente. Máxime cuando esa complicidad absoluta la encontró pronto en su compañera de cama. Por cierto que Errejón se cuenta entre los que han debido soportar el sexismo inverso de Irene Montero, la misma que no tuvo escrúpulo alguno para evidenciar que había seguido la vía más tradicional para acceder al poder de su organización política. Y desde ahí, como suele suceder, mostrar lo despiadada que puede llegar a ser.

Pues bien, hoy el afecto y reconocimiento necesarios los obtiene Iñigo –paradojas de la vida- de una lideresa de una generación distante y avanzada, y del círculo que la rodea en el Ayuntamiento, Manuela Carmena, quien no duda en mostrarse deslumbrada por el genio sociopolítico de Errejón. “Tiene una extraordinaria capacidad para leer la realidad social” repite ante quienes le preguntan por su afinidad con el exdirigente de Podemos. Así que con las pilas emocionales bastante cargadas, Iñigo parece estar en condiciones de asaltar de nuevo los cielos en Madrid, esta vez – más difícil todavía- en competencia con sus antiguos correligionarios.

Buena parte de los comentaristas en Madrid parecen dispuestos a sumirse en un relativo silencio, quizás con la esperanza de no embarrar más el escenario. Sin embargo, es curioso que algunos de orientación conservadora se hayan colocado inmediatamente del lado de Pablo Iglesias. Un ejemplo ilustrativo es el comentario de Francisco Marhuenda, director del diario La Razón, titulado “El cisma de Podemos”. Recoge la tesis del envenenado Monedero y afirma: “La traición de Errejón puede ser positiva para Podemos si aprovechan la oportunidad para lograr una mayor cohesión interna y coherencia ideológica”. Vaticina un apoyo electoral ridículo al candidato Errejón, y, para coronar este canto de sirena, propone, ni más ni menos, que la candidata sea Irene Montero, la única que podría salvar el barco en Madrid. Ciertamente, Marhuenda no es el único que simpatiza con Iglesias en este contexto. Otro de los personajes distantes ideológicamente de Podemos que navega en esas aguas es Enric Juliana, subdirector de La Vanguardia de Barcelona.

No se debe dudar de la recta voluntad de los comentaristas, aunque se manifiesten abiertamente conservadores o moderados. Pero no puedo sustraerme a la tentación de pensar en lo que llevarán bajo el poncho. Una posibilidad es que sus comentarios vayan dirigidos a dinamitar de una vez Podemos. Pero otra podría consistir en su contrario: fortalecer Podemos para menoscabo del PSOE. Los caminos para recuperar una derecha pujante son inescrutables.

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