www.diariocritico.com

La ulsterización de Cataluña

lunes 09 de octubre de 2017, 07:49h

Es conocido que mi tocayo Enric Juliana, director adjunto del diario 'La Vanguardia', es un buen fabricante de imágenes audaces. Cierto, la mayoría de ellas dirigidas a quedar bien con tirios y troyanos. Ahora ha acuñado el término de la “ulsterización” de Cataluña, que haciendo un parangón con la guerra en Irlanda del Norte, señala el riesgo de que se inicie aquí un curso de violencia que podría durar décadas. El problema, según Juliana, es que hay gentes radicales de ambos lados que estarían propiciando esa ulsterización de Cataluña: por un lado, la CUP y otros grupos antisistema, y por otro los ultras españoles, para quienes no hay otra solución que el aplastamiento de todo lo que signifique soberanismo.

La cuestión es que Juliana utiliza esa idea como amenaza; es decir, trata de decirnos: no recurran al 155 o a cualquier otra medida de control, porque en Cataluña eso puede dar pie a una explosión social que acabaría conduciendo a la ulsterización. ¿Tanto así? Veamos pues la consistencia de la imagen que nos propone.

En primer lugar, hay que establecer una enorme diferencia sobre el tipo de violencia. En el Ulster había un conflicto armado entre las fuerzas militares inglesas y el IRA; algo que no guarda relación con lo que puede suceder en Cataluña, que refiere mucho más a un peligro de violencia callejera (que efectivamente existe), que al riesgo de la organización de una fuerza armada tipo IRA o ETA. En segundo lugar, la batalla por la posesión de la calle todavía no se ha decidido. Es indudable que hasta ahora parece en manos del independentismo, como una suerte de compensación respecto a su debilidad institucional creciente frente al Estado. Pero todavía no está dicha la última palabra en el campo de la movilización social, al contrario de lo que piensan aquellos que ya la dan por perdida.

Alfredo Pérez Rubalcaba, por ejemplo, decía hace poco en un artículo en El País que el independentismo ha decidido ocupar la calle y agregaba que resolver este problema “es lo urgente, sin duda”. Pero inmediatamente después se devolvía a las instituciones para resolver desde allí el problema: “Creo que esta vez la actuación del Estado no debe limitarse a exigir, como es su obligación, el cumplimiento de la ley, sino que debe dejar claro que no es ese su único proyecto para resolver este conflicto”. Es posible compartir con Rubalcaba esta última frase, pero no el supuesto implícito: que hay que compensar la pérdida (irremediable) de la calle con una actuación inteligente del Estado. Estoy convencido de que no es imposible recuperar la calle, al menos en la medida suficiente como para que el independentismo pierda también la idea ilusoria -una más- de que es de su exclusivo patrimonio.

En suma, la imagen de la ulsterización de Cataluña sólo se sostiene si se exageran los términos y si, además, se deja la calle al sector independentista para que desde allí combata la supremacía de la democracia institucional. Por eso es tan decisivo que la ciudadanía sustantiva catalana, que tiene menos activismo que la soberanista, sea capaz de salir a la calle en Cataluña. Están muy bien las manifestaciones que están sucediendo por toda España a favor de su unidad, pero eso no resuelve las cosas respecto de Cataluña; entre otras razones porque hay un riesgo de que siga reproduciéndose la visión extranjerizante de Cataluña; es decir, la idea de que todo el problema es un conflicto de identidades estancas que no se tocan.

Desde luego que la extranjerización de Cataluña es algo a lo que ha contribuido el resto de España. De hecho, cuando se hace el ejercicio de repartir responsabilidades sobre la grave crisis actual, cada cual le echa la culpa al otro. Cuando la verdad es que se trata de un pecado nacional, impulsado tanto por el aventurerismo de Zapatero, que entregó al soberanismo lo que fuera con tal de que le votaran para tener un segundo mandato (cosa que logró a costa de meter a España en la peor encrucijada de su historia reciente) como con el inmovilismo de Rajoy, asentado en la idea de que el tiempo lo cura todo y si no peor para ellos. La cuestión es que sólo hace diez años la suma de PP y PSOE representaba más del 80% de la opinión política española. Es decir, fue el conjunto de la sociedad española no catalana quien despreció el riesgo que implicaba el avance de la bola nieve soberanista en Cataluña. De hecho, según el CIS todavía le cuesta darse cuenta de que la crisis catalana debiera estar entre sus principales preocupaciones. En realidad, sólo desde hace dos semanas pareciera que la sociedad española está percatándose de que la cosa en Cataluña va en serio.

En pocas palabras, la extranjerización de Cataluña ha sido la peor tentación del resto de España. Pero eso no justifica ahora el uso de la amenaza de una indeseada ulsterización de Cataluña. Ni lo uno ni lo otro. Sobre todo, como dice Rajoy, si el Gobierno tiene la obligación de acertar. Aunque para ello, insistimos, Rajoy debe diferenciar claramente la estrategia de la ponderación y la proporcionalidad de esa otra consistente en dejar pasar el tiempo en la esperanza de que las cosas se pudran. Ambas estrategias son semejantes en apariencia, pero son radicalmente distintas en el fondo. Esperemos que Rajoy no se confunda. Entre otras razones porque estaría no captando bien el mensaje del Rey.

Nota final. Lo he comprobado en directo, caminando hoy por la Vía Laietana: los independentistas han perdió el supuesto monopolio de la calle. No importa si hemos estado en Barcelona un millón o medio. La cuestión es que habrá un antes y un después de este 8 de octubre.

Los premios Princesa de Girona se autoexilian y tendrán que entregarse en Barcelona

Los mossos serán los responsables de la seguridad del Gobierno en el Consejo de Ministros en Barcelona

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios