Sánchez y ese formato chavista de comunicación política

Puede que, para el público español, el nuevo formato de campaña política de Sánchez, mediante “entrevistas” realizadas en un plató de TV en la sede nacional del partido, no parezca tan grotesco. Pero al otro lado del charco, muchos progresistas latinoamericanos sienten vergüenza ajena. La farsa de un presidente de gobierno que entrevista a sus ministros, sobre políticas que él conoce de sobra, simulando que toma notas, en un plató montado en la sede del partido, ante un público trucado, recuerda demasiado a los denostados “encuentros con el pueblo” que se montan en Venezuela, Nicaragua o Bolivia.

Sin embargo, es posible que también un sector del electorado progresista en la península se sienta avergonzado por esa farsa comunicativa. No hay que descartar que sectores del voto blando de centro consideren que este nuevo formato de propaganda es de mal gusto. Pero, ¿cómo es posible que nadie en la plana mayor del PSOE advierta de ese riesgo?

Se me ocurren tres causas de que eso se produzca. La primera refiere a la personalidad del implicado. Para Sánchez trucar la comunicación política a su favor ha sido una constante en esta legislatura. Es su forma regular de hacer política. Esa misma que le están cobrando muchos electores. Si a esa preferencia se suma que no es precisamente un personaje que eluda tozudamente la vanidad, se empieza a entender la cuota de responsabilidad política que tiene el propio Sánchez en esta farsa expresiva.

Pero cabe la pregunta de si es que no tiene en su entorno expertos en comunicación estratégica. Parece difícil que esta iniciativa sea producto de un estudio ponderado en la materia. Pero entonces da la sensación de que se trata de una precipitación más en su desesperado intento de no perder las elecciones, de eludir la prolongada sombra del pasado 28-M. Lo cual hace pensar que no tiene muy buenos asesores electorales o bien que ya no se deja aconsejar fácilmente.

La tercera causa refiere a los propios responsables socialistas. Es decir, al hecho de que, como se ha insistido, no existe un debate abierto en el seno del PSOE. El cambio estatutario que impulsó Sánchez ha eliminado los estamentos intermedios de reflexión y control que existían tradicionalmente en el PSOE. Ahora el líder partidario no tiene mediación entre su cargo y la militancia. El carácter confederal del partido socialista ha desaparecido. Por ello, los líderes críticos territoriales de Castilla La Mancha o Aragón, simplemente ya no acuden al Comité Federal. Este poder orgánico sin cortapisas institucionalizadas, permite a Sánchez hacer de su capa un sayo, por ejemplo, en cuanto a la campaña electoral.

Por eso, cuando en estos programas televisivos, la cámara apunta al público presente, lo que se puede observar es a una buena cantidad de funcionarios de Ferraz y al grupo de ministros mas incondicionales o folclóricos, como la ministra María Jesús Montero, que aplaude efusivamente.

Algunos observadores siguen preguntándose sobre cuál es la razón por la que un Gobierno que surca la candidatura en medio de una clara bonanza económica, no guste a la mayoría de la población, como se refleja en las encuestas. No sería nada extraño que este montaje televisivo un tanto fake contribuyera a esa falta de empatía por parte del electorado.