Eres un icono, presi... ¡Te queremos!

Segundo día de reflexión de los cinco que se ha tomado ese “hombre profundamente enamorado”, el Presidente de España, Pedro Sánchez. Podría haber decidido una huelga de hambre o no respirar pero ha optado por retirarse a pensar y suspender su agenda pública. No aparecer para estar más presente que en toda la legislatura.

Pedro nos tenía acostumbrados a esa resistencia por encima de todo y de todos, digna de estudiar en un tratado de psicología o en cualquier escuela de negocios. No le querían en su partido, pero a él le dio igual, cogió un coche y se fue pueblo por pueblo hasta volver a ser secretario general del PSOE. No iba a dormir tranquilo con Podemos en el gobierno y cuando no le salían los números se abrazó a Pablo Iglesias haciéndole vicepresidente y dándole unos ministerios. El que “con Bildu no vamos a pactar, ¿quiere que se lo repita cinco veces?”, para después gobernar con ellos y contar con sus votos en su investidura. No iba a haber amnistía y por sumar siete votos la convirtió en la mejor herramienta para la conciliación. Prometió traer al fugado Puigdemont a España para juzgarlo pero no tuvo otro remedio que hacer “de la necesidad virtud” y aliarse con él. No iba a indultar a los presos del procés y le faltó tiempo… y así un rosario de “cambios de opinión”, en otro tiempo mentiras, que ya ni nos inmutamos.

Pero ya no puede más, no sabe si merece la pena tanta ingratitud y ser presidente en un país en el que la justicia es independiente y aún quedan medios de comunicación libres. Donde un juez puede abrir diligencias para investigar a su esposa y donde los medios pueden publicar sin censura cómo prospera la primera dama desde que cambió el colchón de la Moncloa. A él le gusta más que le griten en la televisión pública “Eres un icono, Presi, ¡Te queremos!”, que la fiscalía dependa de él y que sus ministros le den cariño.

Lo único que nos faltaba era este episodio para terminar de polarizar a esa ciudadanía a la que se dirige por carta, dividiéndola aún más. Un conmigo o contra mí bastante insoportable, los unos y los otros. Además, se abre un precedente peligroso, igual ahora quien tenga un problema o se enfade por algo o le digan algo que no le gusta en su trabajo, se va a tomar cinco días para ver qué hace, dejando a un lado sus obligaciones. Luego dicen de la generación cristal que si son sensibles emocionalmente y menos tolerantes a la frustración, susceptibles al rechazo y a la crítica, altamente demandantes y cuestionadores, que expresan abiertamente sus emociones y pensamientos, que tienen un baja tolerancia a la frustración y sus pequeños esfuerzos les parecen hazañas, que tienden a deprimirse cuando las cosas no son como las esperan, que están condicionados a premios, recompensas, negociaciones y evaden el sufrimiento… innegable entonces la empatía del presidente, sin duda, un hombre de su tiempo.

Aún quedan tres días que viviremos como la cuenta atrás de un estreno de Netflix: “¿qué decidirá el presidente?” “¿Triunfará el amor?” “¿Se irá, pero no del todo?” “¿Dimitirá pero volverá ante el clamor popular?”… No sé qué pasará el lunes, día de San Pedro Mártir, soy incapaz de ponerme en la cabeza de Sánchez. Quién sabe si con este aluvión de adhesiones inquebrantables y culto al líder, se sacrifique por nosotros y se quede para salvarnos del mal y de los jueces y medios díscolos o se vaya y pase a la historia como el primer presidente que lo dejó todo porque descubrió que el amor era su única verdad.