Érase una vez un país llamado España en el que a sus políticos les unía el interés general y el sentido de Estado. Tanto era así que su altura de miras y generosidad les llevaron a lograr el consenso necesario para aprobar la Constitución del 78, redactada artículo por artículo por siete ponentes de diferentes partidos y con un solo objetivo: terminar con las “dos Españas” y poner en marcha la democracia parlamentaria de la que disfrutamos hoy. Un 6 de diciembre los españoles por una abrumadora mayoría la votaron y la refrendaron.
Y todo esto, que parece de otro tiempo, pasó no hace tanto, solo 45 años; el período de estabilidad y paz más largo y próspero de nuestra historia. Ahora, esa Carta Magna, de la que deberíamos sentirnos orgullosos por todo lo que representa y por lo que significó, es manoseada por unos y por otros con argumentos tan falaces como que “no la votaron” porque no habían nacido o por no tener edad. Es curioso que quien hoy puede decir eso es gracias a los derechos y libertades que garantiza la Constitución que se empeñan en denostar.
Periodistas, políticos, ciudadanos… fueron muchos los que lucharon porque el sueño de la democracia fuera una realidad, entre ellos mi padre. Aquellos que se quedaron por el camino en ese empeño y quienes dejaron sus familias, su dinero, su tiempo, sus esfuerzos y sus ganas movidos por el mismo fin. Cuando nada era fácil, cuando la palabra tenía valor, cuando se miraba hacia atrás y se tenía claro dónde no se quería volver, cuando el futuro era ilusionante en lugar de incierto... Otro momento, otro siglo pero no tan lejano para que lo hayamos olvidado o, peor aún, para que lo tergiversen o nos lo quieran hacer olvidar.
Lo que parece que también olvidan quienes prometen sus cargos “guardando y haciendo guardar la Constitución” es, precisamente, esa promesa. Inaudito es que quien goza de representación en el Parlamento español en virtud de su primer artículo pisotee el segundo y se permita vulnerar la Norma de todas las normas.
Se echan de menos aquellos políticos movidos por el servicio público y el interés general, cuando los pactos eran en beneficio de España y no contra ella, cuando pensar diferente era enriquecedor y no un motivo de confrontación, cuando nuestros parlamentarios no nos avergonzaban, cuando no estaba en peligro el Estado de Derecho y la amnistía era impensable… Hoy, la Constitución cumple años y es más necesaria que nunca. En nuestra mano está impedir que se deslegitime el consenso que hizo que el mundo nos mirara con admiración.
Si (
No(
