www.diariocritico.com

Bazofia televisiva

martes 29 de enero de 2019, 07:54h

Parecen empeñados en convertir cualquier episodio dramático en un espectáculo mediático. Todo vale: desde los desastres propiciados por la naturaleza hasta los accidentes más pavorosos o la furia criminal de alimañas humanas que violan y matan a sus víctimas indefensas. Ocurrido el hecho, publicitada la noticia, localizado el escenario, allí se apostan las dotaciones móviles, los artilugios de conexión y transmisión, las antenas portadoras de imágenes y de sonidos, los micrófonos inalámbricos y los periodistas expertos en la materia, aquellos que se mueven en la dificultad ambiental como los peces lo hacen en las aguas turbulentas. Desplegado el instrumental, comienza la función.

El catálogo de acontecimientos ofrece muchas posibilidades a todos los encargados que gustan de vender las novedades envueltas en papel de colorines. Cuando llega la galerna vemos a los informadores anclados en los malecones elegidos, aparejados con vestimentas de alta mar, calados hasta los huesos, salpicados por la espuma de las olas, empequeñecidos por la fuerza del temporal. Nuestros protagonistas pueden aparecen abrigados y cubiertos, muertos de frío, blanqueados de copos, expuestos en mitad de la nevada. Si las lluvias son muchas y pertinaces, si anegan los campos y las ciudades, allí están ellos, sumergidos hasta las rodillas en las balsas de barro, chapoteando en el lodazal, perdidos entre enseres sucios, coches volteados y vecinos aturdidos y conmocionados.

Además de ser reiterativos, estos shows informativos, que por vistos provocan el aburrimiento en muchos espectadores, resultan repugnantes cuando retratan historias marcadas por la tragedia, la violencia, la sangre y el asesinato. Pensaba yo, ingenuo de mí, que el caso Alcácer habría establecido las líneas rojas que nunca se deberían rebasar. No ha sido así. Un 13 de noviembre de 1992, 3 adolescentes de 14 años, Miriam, Toñi y Desirée, vecinas de la localidad valenciana de Alcácer, buscaban un transporte que las acercara a las fiestas de un pueblo cercano. Dos delincuentes se cruzaron en su camino. Aquellos salvajes, Antonio Anglés y Miguel Ricart, las montaron en su coche, se las llevaron a una casucha y allí las vejaron, las torturaron, las violaron, las mutilaron y las mataron a tiros. 75 días después, enterrados en una campa, aparecieron los cadáveres de las 3 muchachas.

A lo largo de tan angustiosa espera, desde Alcácer, se emitieron centenares de crónicas televisadas y radiadas, sombrías y morbosas muchas de ellas, inmisericordes y tremendistas, que exprimieron hasta el vómito el dolor y la desesperación de todos los afectados. Algunos medios de comunicación y algunos profesionales de radio y de televisión se dejaron en el montaje gran parte de su credibilidad y de su prestigio. Desde que sucedió aquella horrible matanza, tantos años después, se repiten las coberturas deplorables. Reporteros taquicárdicos y vociferantes buscan en el duelo de los dolientes que alguno de ellos se desmorone en llantos o la emprenda a garrotazos con la sociedad que lo rodea y las leyes que lo amparan. La mayoría de medios se comportan con sensatez y buen juicio, pero compiten con otros que despachan bazofia informativa por toneladas. Es verdad que se apoyan en una audiencia que compra la mierda que despachan. Solo la Cultura y la Educación, ambas con mayúsculas, pueden combatir un fenómeno tan lamentable como vergonzoso.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios