El espejo cuarteado

De los once partidos que lograron presencia parlamentaria solo siete están cumpliendo con su deber de presentarse a consultas ante Su Majestad el Rey porque, según ellos, no reconocen la Jefatura del Estado aunque se sientan sin reparo bajo los símbolos de la monarquía en los escaños del Congreso. Este grupo formado por ERC, Junts, BNG y Bildu representan lo que representan: 21 votos. La consecuencia es que la Jefatura del Estado no conoce de fuente directa y segura con qué votos cuenta Sánchez, salvo que este se atribuya como suya la votación que ensalzó a la tercera autoridad del Estado a Doña Francisquita Armengol que va diciendo, a quien la quiera escuchar, que los votos de constitución del Congreso “marcan camino”. Quienes votaron a Francina Armengol saben por qué lo hacen. O bien para premiarla por su fracasado intento de catalanizar las islas Baleares o bien para consolarla de su derrota. Pero Pedro Sánchez es otra cosa a consultar con el fugado Puigdemont.

Esos que no reconocen la Jefatura del Estado, pero sí la prelatura de Armengol, dicen que el Estado “se ha comprometido” al fin de la represión. Parecen confundir la palabrería de Sánchez con el Estado. Ignoran que el Estado no se compromete con nadie más que con su historia que está escrita desde Isabel y Fernando hasta la fecha y “lo que te rondaré morena”. Sánchez “promete” porque “puedo prometer y prometo” como decía Adolfo Suarez, pero el Estado vive más allá de las alegres promesas, por su propia fuerza de gravedad, como las piedras de la Sagrada Familia de Gaudi. Lo único que ha prometido Sánchez es buscar un “alivio jurídico” de las penas que estudia Conde-Pumpido.

En aquella sesión constituyente del Congreso los partidos políticos concursaron fervorosamente para hacer el ridículo. Encabezados por VOX que tras anunciar solemnemente que prestarían su apoyo sin condiciones al PP para evitar el predominio del conglomerado izquierda-separatista tomó el camino estéril de votarse a sí mismo por dos veces, con la cara inconfundiblemente avergonzada de Ignacio Gil Lázaro, histórico parlamentario popular reconvertido en estrella del crepúsculo de una ultraderecha. Resultó que el patriótico apoyo incondicional dependía de un puesto en la Mesa porque seguía en vigor el mercadeo de que los apoyos no son gratuitos sino que deben de ser pagados con un acomodo para Gil Lázaro. ¿Cómo iba a ser menos VOX que “Sumar” a quien Sánchez había dado plato en su mesa? ¿No saben en VOX que “Sumar” y PSOE son pies del sanchismo unificado, con presidente y vicepresidenta del mismo Gobierno en funciones, ayer en coalición y mañana en sumisión? Provocaron otro ridículo. El del potente PP que acudió con ínfulas de 172 votos para salir con 139. No es posible culpar exclusivamente a VOX de una deficiente negociación no anudada con lazos sólidos y confianza mutua. No se puede jugar con tanta ligereza pero, tampoco tan rutinariamente ¿Era la fiel cumplidora Cuca Gamarra todo lo que Alberto Núñez Feijóo tenía para aspirar al tercer cargo político en el rango del Estado y competir ventajosamente contra la desahuciada señora Armengol?

Cuca Gamarra, portavoz suplente del desahuciado Pablo Casado, portavoz continuista de Feijóo en su afán conciliador o por su cortedad para encontrar interlocutores más hábiles. Cuca Gamarra, secretaria general del partido ¿Por qué? Cuca Gamarra candidata a presidir el Parlamento de España. Esta sustituta de Cayetana Álvarez de Toledo, sin más mérito, que no es poco, que su lealtad al partido. ¿Era todo lo que podía exhibir el PP después de reorganizar sus listas tan torpemente que no había figuras que exhibir que la inevitable Cuca Gamarra? ¿Para lucir a la casadista Cuca Gamarra viajó Alberto desde el prestigio épico de sus mayorías consecutivas en Galicia? No miremos solo hacia las veleidades de VOX y veamos las filas desnutridas de un PP que cuenta en su pasado, su presente y su futuro con la cantera más concurrida de personas predispuestas a arrimar el hombro a su empeño patriótico y liberal y, durante meses y meses no ha presentado otra figura más atractiva que la de Cuca Gamarra sentada al lado de Feijóo como Soraya al lado de Rajoy. El “equipazo” de Feijóo era solo Cuca Gamarra. Pero en frente no se puede desconocer el triunfo de todos los fragmentos del monstruo de Frankenstein resucitado y ampliado si le diese su beneplácito el irado Carles Puigdemont, todos votando unánimes a la desahuciada Armengol como un “Sumar” fracasado por las tierras de España y organizado en torno a la torre de Babel de la claudicación sanchista. No hay nada sólido en una presidenta del Congreso que desconoce que solo existe por el momento una lengua oficial y se enfría porque no sabe a qué procedimiento recurrirá para convertir la cámara en el hazmerreír de niños, mayores y turistas. Lo que no preocupa al ministro Albares, extravagante diplomático ignorante de la imposibilidad que supone modificar el reglamento de régimen lingüístico de la Unión Europea y desconocedor de los límites de su propia actuación como parte de un Gobierno en funciones.

Los “sumandos” están todos callados esperando a ver si les toca alguna migaja en el reparto. Desde la eufórica Yolanda que iba a ser la primera mujer presidenta de España y se queda detrás de VOX con su proyecto adictivo subordinado al sanchismo. Toda esta tropa insegura se prepara para formar un Gobierno que debería regir a los españoles durante cuatro años. Empeño difícil con tal infraestructura que pretende complicar la taquigrafía parlamentaria y su Diario de Sesiones ante la pasmosa pachorra de esta nación que se mira en un espejo cuarteado, confiando que alguien llegará a poner una luna de cristal nuevo para que España se vea a sí misma.