Pedro Sánchez reunió a las nueve presencias parlamentarias que existen, excepto VOX condenado sin explicación alguna por su personal criterio de cómo formar “el corro de la gallina ciega” consistente en que el Parlamento haga el ridículo y no penetre en unos asuntos que se consideran “de Gobierno”. Solo deben tenerse por informados de la intención de cumplir un aumento de gasto en Defensa que ya no se sabe si debe mantenerse en el 2% que pidió Donald Trump o del 3,5% para el rearme soñado por la fantástica Ursula von der Leyen. Si Alberto Núñez Feijóo fue despachado en media hora sin información concreta ya puede suponerse la que recibieron los del cuarto de hora.
Este método resuelve la contradicción insoluble de su mandato que hace posible pactar en la misma jornada con quienes defienden el Estado y quienes quieren destruirlo. Lo único que se les pide es que formen “el corro de la gallina ciega” en torno a su propia persona. Todos deben saber que desear un país más fuerte consiste en creer que ”la gallina ciega” sabe por ciencia infusa todo lo que hay que saber en política de Seguridad y Defensa ¿Qué porcentaje del Producto Interior Bruto debe alcanzar el gasto en rearme? ¿Cuánto tiene que incrementarse el Presupuesto en el capítulo de Defensa? Esas preguntas no se deben hacer a la gallina ciega y muda que gobierna a España. Esa gallina ciega que como también es muda no comunica nada, o lo que es peor, lo sabe todo y no se atreve a exponerlo.
Hay que pensar que, como piensan la mayoría de los españoles y los millones de no españoles que tienen a España por referencia global, que una entidad de proyección histórica y estratégica no puede desaparecer por dimisión del mapa. Pero sin catástrofes espectaculares ni guerras invasoras. Es suficiente que la entidad histórica caiga en las manos de unos políticos sin casta ni escrúpulos que crean que negociando con las particularidades lugareñas de cada territorio se puede mantener el poder con lo que va restando de su proceso de fragmentación gradual y sin otras consecuencias que las benevolencias de unas amnistías. Los estupefactos espectadores del fenómeno piensan que son cosas de unos tiempos cambiantes o estigmas de la modernidad progresista. Primero basta con presentar la trituración en tres Estados como una amable convivencia y después vendrá la disolución en la nada o en el caos.
La mayoría de los españoles no quiere la indefensión de su patria en la tensión y los riesgos del mundo actual. Por ello, el proceso disolvente sanchista le puede estallar en sus manos, porque sus actuales aliados están inhabilitados para asumir lealmente compromisos con una nación a la que concibe como enemiga interior y otros por prejuicios ideológicos de clase. Primero tendría que romper el muro que ha levantado con sus propias manos. ¿Será capaz de retorcer las normas que él mismo impuso contorsionándolas para conceder privilegios y amnistías para aplicar una normativa capaz de paralizar el signo del proceso? No puede ser lo mismo. Tendremos que volver al espíritu de concordia que hizo posible enderezar el siglo XX después de pasadas tragedias para que también en el siglo XXI la paz y la prosperidad permitan pensar que en este nuevo mundo no pueden pasar ciertas cosas dentro de una orden estable y civilizado. Pero este Pedro Sánchez es incapaz de presentar la propia política de Defensa a su Parlamento y avanzar y no seguir en la cola de Europa desconociendo los riesgos que corre en momentos críticos.
De la guerra de los aranceles no dice nada como si España fuese un fenómeno aislado en el comercio internacional. Su pasión son sus dosis de revanchismo camuflado en burdas versiones de cincuentenario de la muerte de Franco. Los asuntos de Defensa son demasiado serios para reducirlos a lo que produzca la inspiración personal falsificada de una mente mutante y mentirosa. Las “trolas” para conformar a
Yolanda Díaz o a
Carles Puigdemont y adelante con la prórroga presupuestaria sin presupuesto. Se dice hasta dónde puede llegar ese 3% de Producto Interior Bruto por país que no computaría como déficit. Pero sin que quienes pagan los impuestos o enjuagan el déficit sepan los planes de recuperación moral y material de una auténtica política de Defensa nacional.