La mentira como sistema

Hacer de la necesidad virtud, según Pedro Sánchez, es mentir a desgana o contracorriente por urgencia del disimulo o conveniencia del disfraz. Es pecado que tiene perdón y penitencia. Pero lo suyo, lo de Sánchez, no es mentir a disgusto sino mentir con gusto, como método de expresión habitual, sin responsabilidad ni propósito de la enmienda. Es la mentira en estado puro sin rectificaciones ni arrepentimientos.

No desea hacer amnistía, pero la propone su grupo parlamentario para que no se comprometa el Gobierno con un proyecto de Ley. No puede traspasar la Hacienda, pero se negocia hipotéticamente con la mesa de Pere Aragonés mientras esté ahí y después de las elecciones catalanas ya se verá si se mantiene con los que vengan. No quiere referéndum, pero se negocia en un rincón de Suiza con observador internacional y aquí, donde se debe, no se discute nada. Su Presidencia continuará, pase lo que pase y diga lo que diga. Es el arte ambivalente de la doblez perfecta. Todo puede suceder si conviene que suceda pero puede no suceder si conviene que no suceda y según el precio que se ponga a la continuidad presidencial.

Antaño se creó el eslogan “Merecemos un Gobierno que no nos mienta”. Ahora se ha perfeccionado: merecemos un Gobierno que mienta a todos por igual, inclusive a sí mismo. Es lo recomendable para que nadie se engañe: hacer virtud de la mentira. Para esto Sánchez nombró triministro a Bolaños, para que aplique las normas con devoción de seminarista desahuciado. Sin levantarse de la mesa pero condenado a no cerrar acuerdos concluyentes.

El problema de la mentira metódica es que anula la capacidad de desmentir. Se pierde el valor de la palabra pronunciada cuando trasciende que no vale para nada. Mentir incansablemente es más fácil que desmentir las mentiras. Cuando apriete la necesidad del desmentido es cuando Sánchez topará con el obstáculo que corta su camino. No será el muro que construyó trabajosamente para separar izquierda y derecha sino la esfera de desconfianza más pequeña cada día con su interior repleto de aduladores y fracasados.

El Gobierno de Sánchez está sustentado sobre una mentira de racimo que tiene más metralla que los siete votos de Puigdemont. Están todos aquellos que se preparan para desentonar en Europa cuando lleguen las elecciones si obtienen algún escaño bajo su lema “Ahora Repúblicas”. ERC, Bildu, BNG y otras formaciones de Baleares, Canarias, Asturias y Aragón. Con estas compañías España puede evaporarse o convertirse en arqueología.

Es posible que las mentiras sistemáticas de Sánchez y la banalización de su palabra afecten también a estas minorías corrosivas que permanecen a su lado fielmente porque saben que él es lo peor para esa España a la que quieren desintegrar. Es un honor para la derecha que los enemigos de nuestra actual nación apoyen a Sánchez como mal menor, confirmando que la derecha sería mejor para España y peor para ellos. Por ello soportan todas sus mentiras, que también a ellos les miente, y le conceden impunidad a sus engaños. Este apoyo de los peores al peor es la clave de la degradación de la política que afecta a nuestro sistema parlamentario. El sistema solo podrá regenerarse cuando la mayoría de los españoles, hartos de mentiras impidan, con algunos votos populares, que la suma de los cómplices del sanchismo no sean suficientes para mantener el clima imperante de la mentira como sistema.