Broncano no podía faltar a sus patrocinadores desde que, tras imponerlo en los espacios nocturnos estelares de la Radio Televisión Española quisieron lucirlo, también, en la función del pasado Fin de Año en la Puerta del Sol de Madrid como símbolo del mal gusto de la casta gobernante. “Broncano hasta en la sopa” que profetizaba en estas líneas en diciembre fue superado en el ridículo empeño de mitificarlo como el humorista genial de la España progresista, haciéndolo aparecer con el respaldo más icónico de la Puerta del Sol, ante el anuncio imperecedero del Tío Pepe.
Esta gloriosa aparición no se presentó con su ropa de diario sino con una pretensión de smoking que intentó desnaturalizar con unos calcetines de colores y unos estrechos zapatitos de charol. Todo vestido de seda para hacer valer el refrán de “aunque la mona se vista de seda mona se queda”. En el púlpito se hizo acompañar por la vulgar cómica que se hace llamar Lalachus. Con ella pretende formar pareja típica como “la gorda y el flaco”. Pero más inclusiva y con menos talento que los inolvidables Stan Laurel y Oliver Hardy que nos hicieron reír de niños a los longevos como “el gordo y el flaco”. Quizá a las feministas no les haga mucha gracia lo de “la gorda y el flaco” porque degrada el rol de las obesas y no el de los machos flacos.
Les pusieron a una cámara de Pedroche con una señora alta vestida de vedete de las viejas revistas musicales para que hiciesen el ridículo como “carcundias” ante el estilo Broncano. Pero más ridículo hizo Broncano tratando de conquistar al público popular que llenaba la Puerta del Sol y que le respondió con indiferencia y unas flojas palmas a cargo de una “claque” nada eficaz. Pasamos el trance de tragarnos las uvas según el ritmo de las campanadas que marca el reloj de la torre de la sede oficial de la denostada Isabel Díaz Ayuso, a quien se debiera consultar sobre el uso de su espacio propio de acuerdo con el alcalde de la ciudad y no con el triministro Bolaños que tiene bastante con sus registradores y magistrados independientes.
No estaría completo el acto sin el encargo premeditado de la “estampita” para bendecir “urbi et orbe” a los reunidos lo quisieran o no. La “estampita” era una caricatura burlesca del Corazón de Jesús que, por si acaso, se encargó a la parte femenina de “la gorda y el flaco” pues es sabido que en el bando progresista no se aprecia mucho la valentía masculina. No conozco la idea que tenga la cómica Lalachus de lo que significa el Corazón de Jesús que tiene un monumento en el Cerro de los Ángeles, centro geográfico de España y no el kilómetro cero. Dicho lugar dio la vuelta al mundo fotografiado por las agencias internacionales como “el lugar donde fusilaron a Cristo” los antecesores de quienes hoy defienden la libertad de expresión. No sé por qué le pusieron de nombre Lola y Chus que es como decir Jesús y María de los Dolores. Es cosa de familia que no se corresponde con los que fusilaron a Cristo al que, quizá, rezaron en algún momento. No creo que les guste verla con la estampita. Pero una deuda debida a quienes apostaron por Broncano como bufón de la televisión pública de todos los españoles, tocando el bombo de la bandera nacional. Quizá la devoción al Corazón de Jesús no está en la moda litúrgica, porque también en la religión hay modas. Quizá Lalachus se vio obligada a manifestarse como cristofóbica para cobrar la nómina de los amigos. Pero la burla sacrílega no fue amonestada sino premiada con la continuidad de Broncano y Lalachus en la programación familiar de Reyes y “los que te rondaré morena”.
El arzobispo Argüello alzó una voz flácida para decir que los responsables del escarnio “no son conscientes de lo que hacen”. Fue como una disculpa para quienes son conscientes y bien conscientes de lo que hacen. El arzobispo Argüello tendrá tiempo para entender que lo sucedido en el programa más familiar del ente público fue una agresión gratuita e injustificable que no puede ser ignorada por una sociedad civil, creyente o no creyente, que desea vivir en una España libre y democrática. Lalachus y Broncano quizá tampoco saben lo que hacen. Quienes sí saben lo que hacen son los que imponen la zafiedad en la antena con el dinero de los españoles.