La inmigración ha sido un fenómeno consustancial a la historia de España. Durante siglos, los españoles han emigrado en busca de oportunidades en América o los jornaleros y jornaleras que con maletas de cartón y huyendo del hambre y/o la persecución de Franco llegaron a Francia, Alemania, Suiza, hasta los jóvenes cualificados que hoy abandonan un país desindustrializado y saqueado por sus élites. Sin embargo, mientras España exporta talento, importa mano de obra barata en un sistema económico que beneficia a una minoría rentista y esclavista a la vez que permite acabar “pacíficamente” con los servicios públicos. Este artículo analiza cómo la inmigración, lejos de ser un debate neutral, está condicionada por intereses geopolíticos, económicos y una izquierda institucional desconectada de la clase trabajadora.
- España, un país de emigrantes (pero también de inmigrantes)
España sigue siendo un país de emigración. Miles de jóvenes con estudios superiores se ven obligados a marcharse ante la falta de oportunidades en un mercado laboral precarizado y una economía subordinada a los intereses de la Unión Europea, especialmente Alemania. La desindustrialización no fue un accidente, sino una política deliberada que convirtió a España en un apéndice turístico y de servicios.
Paralelamente, el sistema sanitario público —antes ejemplar— ha sido desmantelado por recortes y privatizaciones, mientras se exportan médicos y enfermeras a otros países, aunque aquí faltan miles de ellas y ellos. Esta contradicción no es casual: responde a un modelo que prioriza los beneficios de las grandes empresas sobre las necesidades de la población.
- La inmigración como negocio: el papel de Marruecos y la UE
Apenas 13 kilómetros separan de España el Reino de Marruecos ejerciendo este un doble juego:
- Exportación de mano de obra barata: Marruecos aprovecha la demanda de trabajadores precarios por parte de la patronal española, enviando población excedente mientras su élite (enriquecida con apoyo de la UE, Israel y EEUU) consolida su poder.
- Chantaje geopolítico: El régimen marroquí regula los flujos migratorios desde África, usando a los inmigrantes como moneda de cambio para obtener concesiones económicas y políticas de España y la UE.
Este negocio no beneficia ni a los marroquíes pobres ni a los españoles de a pie, sino a una red de intereses que incluye a empresarios, políticos corruptos y las monarquías de ambos países.
- La izquierda institucional: un discurso alejado de la realidad obrera
Las dirigencias de la izquierda oficial -en su mayoría de clase media urbana- viven en burbujas alejadas de los barrios donde la inmigración masiva genera tensiones. Mientras ellos promueven un discurso woke y buenista, la clase trabajadora lo sufre con:
- Competencia por recursos escasos: Sanidad colapsada y privatizada que es excluyente, escuelas públicas deterioradas y ayudas sociales insuficientes y peor distribuidas. Todo esto genera desde colas hasta indignación.
- Inseguridad y abandono institucional: Barrios donde el Estado solo aparece para reprimir protestas por el cierre de un ambulatorio, los constantes cortes de luz o una huelga, mientras el narcotráfico y la delincuencia campan a sus anchas, sea cual sea su origen y capta en ellos a su propio subproletariado. En algunas provincias de Andalucía como Granada y Cádiz el narco es tolerado en realidad, pues es un remedio para el paro y genera abundantes beneficios para grandes superficies y comercios de electrodomésticos, concesionarios de vehículos o joyerías, restauración de comida rápida etc. .
Cuando los obreros critican esta situación, son tachados de "racistas" o "fascistas" por una izquierda que ha abandonado su base social para convertirse en cómplice del neoliberalismo.
- El doble rasero de la UE: neocolonialismo e hipocresía
La Unión Europea esquilma África mediante acuerdos comerciales desiguales, mientras financia gobiernos corruptos y desestabiliza regiones enteras provocando guerras como la del Congo. Ejemplos claros:
- Represión a los movimientos revolucionarios: Se acusa de "golpistas" a líderes africanos que intentan nacionalizar sus recursos, mientras la UE apoya a títeres neoliberales. El capitán Traore que lucha por el desarrollo y el reparto de la riqueza y llama a que las personas jóvenes no abandonen África, sufre la presión y la amenaza de la UE en especial Francia y España para derrocarlo.
- Fomento de la inmigración irregular: En lugar de promover desarrollo en África, se opta por externalizar fronteras y crear "policías nativos" que contengan a los migrantes antes de que lleguen a Europa. Al mismo tiempo de forma hipócrita se critican las inversiones chinas y la creación de infraestructuras. La única solución para áfrica de la UE y los woke son los cayucos.
Mientras, las multinacionales europeas (y españolas) siguen enriqueciéndose con la explotación de materias primas africanas.
- ¿Inmigración solución o problema? Un falso debate
La pregunta correcta no es si la inmigración es buena o mala, sino:
- ¿Para quién es beneficiosa? La respuesta es para las patronales que buscan mano de obra barata, para los políticos que usan el discurso progre como cortina de humo, y para las élites marroquíes y europeas que negocian con vidas humanas.
- ¿Quién paga los costes? La clase trabajadora española y los propios inmigrantes, condenados a condiciones de semi-esclavitud y a ser utilizados por políticos sin escrúpulos que por un lado favorecen a empresarios que les explotan y por otra crean un discurso racista y un malestar social que les favorece.
- Alternativas: soberanía, redistribución y antiimperialismo
Cualquier solución real pasa por:
- Recuperar la industria española y romper con la dependencia de la UE. Proteger la agricultura y la pesca. Incrementar la sanidad pública y mejorar la educación. Renacionalizar las fraudulentas y corruptas privatizaciones.
- Condicionar la inmigración a necesidades laborales reales, con derechos garantizados para evitar la explotación. No crear barriadas guetos y acometer de una vez y con energía el problema de la vivienda. Construir al menos un millón de viviendas públicas y crear miles de empleos en la sanidad pública.
- Auditar los acuerdos con Marruecos y denunciar y oponerse a su chantaje migratorio. Investigar los negocios e intereses de políticos españoles en el Reino de Marruecos. Apoyar la independencia del Sahara Occidental.
- Reconstruir un movimiento obrero combativo, libre de la influencia de la izquierda neoliberal.
- Solidaridad internacionalista con África, pero sin caer en el neocolonialismo "buenista" de la UE y auditar a determinadas ONGs y otros negocios similares en torno a la inmigración. Apoyar a los movimientos anticoloniales y estados africanos que luchan por recuperar sus recursos y abrir líneas de comercio justo con los BRICS y su entorno.
La inmigración no es el problema de fondo: lo es un sistema que usa a las personas como mercancía. Mientras la izquierda institucional se pierde en debates identitarios, la clase trabajadora —española y extranjera— sigue pagando las consecuencias. Urge recuperar un proyecto político que una justicia social con soberanía nacional, porque sin redistribución de la riqueza y sin freno al neocolonialismo, no habrá solución para nadie.
La verdadera lucha no es contra los inmigrantes, sino contra quienes los explotan y contra quienes, desde el poder, han convertido a España en un país sin futuro para sus propios hijos turistificándolo masivamente, y la prueba es la creciente emigración juvenil española.