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Un gran libro, de Jesús Figueres, sobre el padre Arrupe

jueves 04 de agosto de 2022, 13:16h

Por qué lloras Arrupe es el último libro, por el momento, de Jesús Figueres. El padre Arrupe fue Prepósito General o algo así, de la Compañía de Jesús, los jesuitas, y quizá no sea descabellado en exceso, entroncarlo con Unamuno. Con Jesús Figueres compartí asuntos laborales y ensoñaciones en el desfalangistizado, o a punto de desfalangistizarse, periódico ARRIBA.Eran tiempos en los que los partidos políticos y organizaciones sindicales, el PSOE, UGT, Comisiones Obreras, Partido de los Trabajadores y especialmente el Partido Comunista desarrollaban en toda la prensa española, en la que habían infiltrado sus peones, una intensa labor proselitista.

Jesús Figueres, creo recordar o así me lo parece, no se metía en política, política de partidos, quiero decir. Ya era poeta y creo empezaba a mostrar sus simpatías por los jesuitas, compartidas luego, o antes no sé, con su esposa Milagros Cañadas. Incluso a los apóstatas de la fe, los jesuitas siempre nos parecieron lo más avanzado y progresista de la Iglesia Católica y, personalmente, siempre que iba a Azcoitia, Azpeitia por cuestiones taurinas, procuraba 'dialogar' de tú a tú, de calavera a calavera y de pecador a pecador, con Ignacio de Loyola. En un candente y a la vez reflexivo texto incluido en este librito, Milagros Cañadas escribe: "siempre he sentido un cariño especial por la Compañía de Jesús¨.

Ha pasado medio siglo o más de aquello y no me fío demasiado del desorden de mi memoria. Me limitaré, pues, a este poemario, sencillo, místico y apasionado, escrito dejando hablar al corazón. Por qué lloras, Arrupe adopta una estructura formal versificadora que en tiempos fue vanguardia; versos rotos, escalonados, con grandes y arbitrarias disposiciones de blancos y de espacios. Aparte circunstancias históricas comunes y desde mi agnosticismo ateo hallo en este poemario cierta consolación identitaria. También fui monaguillo en la aldea y capiller, o sea encargado de ornamentos y vinajeras en el Seminario de Lebanza para donde me habían reclutado los curas con la intención de mandarme luego a Comillas, elitista y excluyente universidad de los jesuitas en Santander, privilegio que sólo se alcanzaba con una nota media, mínima, de nueve; y si persistía en la vocación sacerdotal, a la Curia romana.

Yo daba la nota media e incluso la superaba, pero colgué los hábitos. Desde el respeto a las creencias de los demás, hoy vivo en la descreencia. Y sigo el lema central de Tierno Galván, el viejo profesor ateo y expedientado, "Dios nunca abandona a los buenos marxistas". Tuve el privilegio de frecuentar la compañía de Tierno Galván, alcalde de Madrid años más tarde, y protector de la Movida madrileña, insurgente y rebelde; y de correr algunas aventuras con el padre Llanos, que me hablaba siempre de los curas obreros. Llanos primero fue confesor de Franco, el dictador genocida y traidor a la República, y luego apóstol de los pobres en Vallekas.

Mis complicidades con el padre Llanos y en especial con una amiga común, la atormentada Carmen Díez de Rivera, hija clandestina del germanófilo Serrano Súñer, monja frustrada y cerebro de la Transición como asesora de Adolfo Suárez, darán para un capítulo o más, de mis Memorias.

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