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A Dios lo que es de Dios

jueves 21 de marzo de 2024, 08:16h

Decía públicamente hace unos días un amigo sacerdote que varios colegas suyos le venían comentando en los últimos meses (por supuesto sin aludir a personas concretas para no saltarse el secreto de confesión), que son muchos ya los feligreses que han acabado odiando a los políticos porque cada día se levantan con mayor incertidumbre, ansiedad, malestar e inquietud ante el futuro y todo eso les genera un odio irrefrenable hacia la política y sus muñidores. No es extraño porque en este país, y durante los últimos años, no hay estómago capaz de digerir tanta miseria y tanta podredumbre política y social en tan breve espacio de tiempo.

Uno, por ejemplo, que se dedica a comentar la actualidad política desde hace varios lustros, cada vez encuentra más dificultad en la elección del tema que, a priori, pueda ser decisivo por su calado político y social. Obviamente, no por la falta de ellos, sino por todo lo contrario. Todo es tan medular, tan decisivo, tan grave incluso, que lo hace con la plena conciencia de que antes de su publicación ya habrá saltado a la opinión pública algún otro asunto que desbanque al elegido. Eso no hay cuerpo que lo aguante como muy bien saben en Moncloa, la factoría de generación de asuntos y asuntillos que puedan enervar, molestar, incomodar, poner nerviosa y hasta crispar a la oposición y, de paso, al menos al cincuenta por ciento de la población española.

Nunca en la historia de la democracia habíamos tenido un gobierno que, en lugar de identificar aquellos temas de su competencia (educación, sanidad, economía, industrialización, defensa, medio ambiente, trabajo, etc.), que, a su juicio, hubiera que destacar ante la opinión pública, su labor fundamental no es otra que hacer oposición a la oposición, adulterando así la forma clásica de hacer política.

Como a Pedro Sánchez no le gusta nada que se hable en el foro político de asuntos “menores”, como puedan ser; el caso Koldo (ese “gigante del socialismo” lo llamaba el presidente); Ábalos/PSOE; la aprobación en el Congreso de la amnistía a la carta para sus socios catalanes, políticos que han malversado, atentado y conculcado la legalidad vigente, consagrando así la instauración de la desigualdad de facto de los ciudadanos españoles ante la ley; la relación de su esposa, Begoña Gómez, con los dueños de Air Europa casualmente meses antes de que todos los españoles soltásemos la nada despreciable cifra de 400 millones de euros en el rescate de una empresa en tiempos del covid que pagase el gobierno de su marido; la aparición del empresario Aldama como comisionista de las mascarillas fake adquiridas al comienzo de la pandemia y -¡qué casualidad!-, también a sueldo de Air Europa...

Mientras todo esto pasa, en los sótanos de Moncloa, que uno se los imagina como laboratorio de ensayo de alquimista moderno y, por tanto, bien surtido de probetas, tubos de ensayo, pipetas, buretas, vasos graduados, matraz, alambique, embudo, filtro, papel de filtro, espátula, jeringa, pinza, microscopio, balanza de precisión, trípode y mechero bunsen, entre otros muchos cachivaches necesarios para obrar los milagros. Y, claro, así siempre surge la bomba de humo correspondiente para tapar las vergüenzas propias y destapar las ajenas para desviar la atención del incauto ciudadano, siempre propenso a fijar su atención en el último fuego de artificios y no por el verdaderamente grave, el que puede ocasionar que todo el entramado del estado de derecho salte por los aires.

El penúltimo conejo de la chistera surgido desde Moncloa como respuesta a todo ese polvorín gubernamental de corrupciones que ya llegan hasta la misma alcoba del presidente del gobierno, ha vuelto a ser un nuevo tema relacionado con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. No sé que tiene esta mujer para haberse convertido en el blanco a batir, el blanco de las sesiones de tiro del Palacio de la Moncloa. Ahora, y después de haberlo intentado sin éxito alguno con el padre y el hermano de la presidenta madrileña, le ha tocado la china al novio. Se trata del empresario Alberto González Amador, que parece que no tiene arregladas las cuentas con Hacienda. Si es así, pues que pague y que explique esas supuestas facturas falsas en su declaración de sociedades.

Eso se llama “poner el ventilador” para intentar que el barro llegue hasta el último rincón de la política y así ocultar el presunto nepotismo y los favores surgidos desde varios ministerios y que llegan también hasta la misma esposa del presidente.

Y quizás lo que Moncloa no ha medido con suficiente precisión ha sido el mecanismo de esparcimiento del barro. Y digo esto porque la salida a la luz pública de esos tejemanejes del novio de Ayuso, apunta a una presunta utilización fraudulenta por el Gobierno (comenzando por la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y siguiendo por la Agencia Tributaria y la misma Fiscalía), de una información de un contribuyente, absolutamente injustificada desde todo punto de vista legal, incluso tratándose del novio de Díaz Ayuso, con un fin exclusivamente partidista. El Sr. González Amador está bien que se querelle civil y penalmente contra quienes han puesto en conocimiento de la opinión pública sus diferencias con Hacienda, haciendo un uso indebido y abusivo de datos que obran en poder de la administración del estado y que nunca debieron utilizarse públicamente y, por otro lado, el Colegio de Abogados de Madrid va a iniciar actuaciones judiciales contra la Fiscalía de Madrid por considerar que también ha incumplido sus obligaciones legales de secreto y sigilo y perjudicado el derecho a la defensa de un acusado.

Y por último, y para cerrar por hoy el oscuro y lamentable panorama, déjenme que les saque a colación una situación nuevamente contradictoria que, al menos, les haga sonreír un poco. Se trata del comentario que, tanto el secretario general del PSOE madrileño, Juan Lobato, como el delegado del gobierno en la comunidad, Francisco Martín, han hecho para pedir públicamente la dimisión de Díaz Ayuso por “mentir” en el caso que afecta a su novio. Si son las mentiras las que tanto afectan a la conciencia política de uno y otro militantes socialistas, no sé cómo no han emprendido aún una campaña contra el presidente Sánchez, campeón histórico de la mentira en nuestro país, aunque luego las disfrace de “cambios de opinión”, a las que venimos asistiendo día sí día no, desde hace cinco años.

Esto, por un lado, y por otro, que no hagan comulgar con ruedas de molino al ciudadano que, al menos por el momento, no es idiota. Los cientos de miles de euros que presuntamente haya podido defraudar la pareja de Ayuso son mil veces menores que los cientos de millones de dinero público que se han utilizado para rescatar a Air Europa, y las decenas de millones que la trama Koldo/PSOE ha acumulado ilegalmente y en plena pandemia intermediando en la compra de mascarillas. Estas son las lecciones permanentes del gobierno que iba a desterrar el menor indicio de corrupción en la política española. A Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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