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Así que pasen 5 años

sábado 20 de mayo de 2023, 10:52h

Sí, cinco años, cinco, han tenido que pasar para que el presidente del gobierno español haya podido fotografiarse en la Casa Blanca junto al presidente de los Estados Unidos.

Joe Biden esta vez lo ha recibido durante una hora en el despacho oval. Ya quedaban lejos aquellos 20 segundos de furtivo, patético y esperpéntico encuentro entre ambos en el transcurso de una asamblea de la OTAN celebrada en 2021 y que la factoría de Moncloa quiso vender a la opinión pública española como los segundos mejor aprovechados de la historia de la humanidad.

Según aquellas fuentes oficiales patrias, en tan corto espacio de tiempo los dos mandatarios pudieron tratar sobre el nuevo mapa geopolítico mundial, el papel creciente de China, el cambio climático y hasta del nuevo rumbo de las relaciones bilaterales España-USA y alguna que otra menudencia adicional. Si menos de medio minuto sirvió para todo eso, no me atrevo ni a pensar lo que ha podido dar de sí casi una hora de conversación de tú a tú entre estas dos rutilantes estrellas políticas y mediáticas internacionales.

Pero, como por sus hechos los conoceréis, vamos a remitirnos a lo que verdaderamente se ha sacado en limpio por una y otra parte para ver a quién ha podido beneficiar más esta galáctica visita de Pedro Sánchez a Biden que -¡Oh casualidad de casualidades.! -, se iniciaba justamente el día que se abría en España la campaña electoral de las elecciones autonómicas y locales que desembocarán en las votaciones del 28-M.

Para empezar el presidente español ha podido al fin hacerse una foto como Dios manda con el norteamericano, en la Casa Blanca, en el despacho oval, posando, sonriendo a su interlocutor o a la cámara -según convenga, que para estos menesteres nuestro presi no tiene rival-, y esta vez sin prisas ni agobios, con luz, taquígrafos, flashes y cámaras estáticas y dinámicas que pudieran distribuir por todo el espacio electromagnético del planeta ese encuentro sideral e histórico entre ambos mandatarios.

Eso ya justifica por sí solo, no uno sino diez viajes a Washington. Que al final Sánchez tuviese que comparecer solo ante la prensa, en unas escaleras que daban acceso al parking de la Casa Blanca, para Moncloa no deja de ser más que una anécdota sin importancia que ya se encargarán de magnificar los medios de siempre, los que no ven más que detalles adversos ante cualquier intervención pública de Pedro Sánchez.

Vamos pues, a dejarnos de minucias y a acercarnos al meollo de la visita, a ver qué ha conseguido una y otra parte y así poder hacer un balance final del encuentro.

Parece que en la cartera de Sánchez había dos cuestiones prioritarias a tratar con Biden. A saber, que cuanto antes EEUU se lleve el suelo contaminado con plutonio desde hace seis décadas en Palomares (Almería) -ahora le han entrado las prisas a Sánchez, debe de ser pensando en las votaciones de diciembre próximo-, y que los aranceles a la aceituna negra española (por cierto, considerados ilegales hace ya un año por la Organización Mundial del Comercio), desaparezcan cuanto antes.

La administración norteamericana, sin embargo, no parece haber recibido precisamente con castañuelas ni con banyo (o banjo, que tanto monta), una y otra pretensiones, de modo que sólo ha accedido a sentar sendas delegaciones técnicas que repasen los asuntos con detenimiento, a la búsqueda de soluciones prácticas y después, ya veremos. Como se ve, también al otro lado del Atlántico han aprendido que para no hacer nada de lo que se pide, lo mejor es crear una comisión.

A cambio, España acepta dos nuevos destructores, que se añaden a los cuatro actuales, en la base naval de Rota (Cádiz). Y, por otro lado, nuestro país va a colaborar también en los acuerdos Artemis junto a otros países para preparar el futuro viaje a Marte y a la luna. Una aventura científica (otros dirán entretenimiento), para el que hace falta mucho presupuesto y que, sin duda, nuestra administración habría cambiado gustosa por unos cuantos acuerdos económicos y empresariales. Pero, hete aquí que en la delegación española no había ni un solo empresario, de modo que esos acuerdos eran, no ya difíciles, sino imposibles de alcanzar.

En pocas palabras que, si París bien vale una misa, Washington -y no digamos ya la Casa Blanca-, bien vale una vueltecita en Falcon. Aunque no estoy yo tan seguro de que el presidente hubiera permanecido en el empeño de esa foto para ilustrar futuros textos escolares si hubiera intuido siquiera la jugadita que le preparaba su amigo Arnaldo Otegi con esa bomba informativa (perdón por el término que ya se sabe que con esta gente, metáforas que aludan a explosivos las justas.), le ha dado un nuevo vuelco a las encuestas de opinión por esas casi 50 razones en forma de inclusión en las listas municipales de EH Bildu de otros tantos condenados por ser autores o colaboradores necesarios en docenas de atentados etarras.

La cosa ha llegado a tal punto que hasta el presidente Sánchez ha preferido delegar esta semana en la figura del ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, para representar a España y a "su persona" en la cumbre de líderes del Consejo de Europa, que ha tenido lugar en Islandia.

Supongo que con gran dolor de corazón, Sánchez optó por presidir el consejo de ministros y, posteriormente, comparecer en el Senado, donde mantuvo un nuevo, agrio y desagradable 'cara a cara' con el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Hasta cinco veces le preguntó el líder del PP si estaba dispuesto a seguir pactando con el partido filoetarra y otras tantas veces el presidente salió por peteneras y, por supuesto, sin despejar la insana curiosidad de Feijóo.

Y eso que la reunión de Reikiavik era también extraordinaria y un nuevo trampolín para proyectar a Sánchez al ámbito internacional. Desde 1949, fecha de su creación, el Consejo de Europa es la principal organización en materia de Derechos Humanos del continente y, en sus más de 70 años de historia solo ha reunido en cuatro ocasiones a los jefes de Estado y de Gobierno de los países integrantes (actualmente 46, incluidos los 27 que componen la UE, tras la expulsión de Rusia acordada por el Comité de ministros en marzo de 2022 a raíz de la invasión de Ucrania).

Una pena que el presidente español haya decidido no acudir a Islandia porque lo mismo hemos perdido una nueva oportunidad para que salte cuanto antes al ámbito internacional. Así no habría de esperar otros cinco años más para volver a la Casa Blanca, por un lado, y por otro los españoles trataríamos de recomponer todos los girones legales y éticos que ha ido sembrando a su paso por Moncloa y a tratar de evitar que hayan segundas partes en esa historia. En diciembre, en todo caso, podremos decidir entre todos.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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