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¡Ay, que se me marchan!

martes 07 de marzo de 2023, 07:51h

Los grandes bufetes de abogados y especialistas fiscales españoles están haciendo su agosto estos días. Y todo por la marcha de la gran empresa de Rafael del Pino, la constructora Ferrovial, que traslada su domicilio fiscal a los Países Bajos. Ya sé que en la UE hay libertad de movimiento de capitales, de empresas y de personas. Pero esto no se le hace al presidente del gobierno de España. Es una lesa traición.

Aunque, como uno sabe sacar punta a todo, este movimiento me viene la mar de bien para que el pueblo desvíe la vista en lo que me ha hecho el torpe canarión que todo el mundo conoce ya por ‘Tito Berni’. ¡Pues no va el tío y niega que estuvo allí, rodeado de chavalas de buen ver, jovencitas y liberales (mira que aquí si que queda bien eso de liberales.)! Para negar lo evidente hay que tener clase, y eso no está al alcance de cualquiera. Por la mañana vota contra la prostitución y por la noche se va de clubes de alterne.

Pero digo que los despachos están que hierven por las consultas de más empresas, directivos y capitalistas para seguir el ejemplo de Del Pino y acabar cambiando sus domicilios fiscales fuera de España. No entiendo cómo se puede ser tan ingrato con el gobierno de todos los españoles. Dicen que hay inseguridad jurídica y fiscal, que el impuesto a los ricos es abusivo, que legislamos para proteger a los delincuentes, que permitimos la ocupación de inmuebles privados, que no hacemos nada por cambiar esa situación, que los protegemos más a ellos que a los propietarios, que freímos a impuestos a las empresas (grandes, medianas y pequeñas), que otro tanto pasa también con los autónomos, que dejamos en la inseguridad más clara a cuerpos y fuerzas de seguridad del estado frente a los delincuentes, que no somos capaces de controlar la inflación, que tenemos la deuda exterior por las nubes, que trucamos las cifras de parados, que gobernamos con partidos que apoyan a Putin, que rebajamos las penas o excarcelamos a violadores, que la estamos liando y bien gorda con el tema de la Ley Trans, que eliminamos el delito de sedición a la carta para favorecer a los independentistas catalanes o que rebajamos a la mínima expresión el de malversación.

Ya he puesto a todos mis ministros a disparar -en sentido figurado, quede claro– contra el ingrato Del Pino. El más certero dardo, al menos el que más me ha gustado, me lo ha proporcionado Yolanda Díaz, con eso de que «Esto no es ser español». Se quejan estos megaempresarios (bueno y los pequeños también), de que cambio mi opinión en función de mis intereses o necesidades, y que los traigo locos. Como dice el gran Joaquín Sabina, “como te digo una co, te digo la o”, porque son ellos los que están consiguiendo que altere mi estabilidad emocional. Lo que no consiguió Pablo Iglesias conmigo, quitarme el sueño, lo van a conseguir estos empresarios del IBEX 35. Y total por nada. Porque, de vez en cuando, me caliento y les digo que no se quejen, que si son los del puro, que son insaciables en sus beneficios. El que ha aprendido muy bien la lección ha sido el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, que esta vez ha sabido callar. Lo de filtrar su sueldo a un diario de tirada nacional le sentó como una patada en las partes pudendas, tras haber desairado a mi vicepresidenta segunda por imponer un nuevo aumento del salario mínimo.

Y es que si le quieres hacer caso a mismo tiempo a empresarios, organismos económicos nacionales e internacionales, inversores, bancos y demás agentes económicos, nunca harías nada. Por eso, cifras como esas del último informe de la OCDE, relativo a la competitividad fiscal, estarías en una depresión constante. Para esta gente, España ocupa, de 38 naciones, el número 34 por la cola. Y por lo que se refiere al Impuesto de Sociedades, se encuentra entre los cinco peores países de la Unión Europea. Y las inversiones extranjeras también están cayendo. Voy a tener que extender mis tentáculos más allá de nuestras fronteras para que también por allí hagan estadística imaginativa y me maquillen los datos para salir mejor librados. Si no, claro, luego van los empresarios y se me deslocalizan.

Ya ni siquiera los presidentes autonómicos de mi partido me quieren con ellos en las fotos. Huyen de mí. Dicen que no conviene al partido que se nos vea juntos para no mermar sus expectativas electorales. Ya verán estos ingratos en cuanto salgamos de todos estos comicios que tenemos por delante. También ellos piensan, como las derechas, que este presidente huele a muerto. Será a un muerto bien vivo, porque pienso darles batalla hasta el final. Hasta el rabo todo es toro -sé que mis amigos y amigas animalistas y animalistos sabrán perdonarme esta comparación–, y aquí nada puede afirmarse hasta que no terminemos con las elecciones. Yo sé que el pueblo llano no me va a abandonar. Y esto es lo que cuenta, no los grandes del IBEX, ni mis compañeros timoratos y desagradecidos, a los que en cuanto vea la oportunidad les daré su merecido.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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