Ellas

Vuelve a ser mi persona, Pedro, quien habla. Pasó ya, y afortunadamente, el 8-M, y a estas chicas radicales y feministas que tengo en el gobierno como cuota podemita obligada, no se les van los humos sino todo lo contrario. Quieren ser más feministas que yo mismo, y eso, además de imposible, me duele. Ahora les he hecho la jugada de hacerles creer que vamos a imponer la presencia de la mujer en organismos –incluido el consejo de ministros–, consejos de administración, colegios profesionales, listas electorales o jurados. No les digo que la norma ya venía impuesta desde la UE y así me apunto un nuevo triunfo frente a ellas.

Ya sé que Ana Patricia Botín y otras empresarias o directivas del IBEX no me tragan porque ellas han llegado hasta allí solitas, sin ningún empujón de mi persona feminista y quijotesca que lo mismo desface entuertos, que consuela a viudas o aleja malhechores de su entorno (¡Ufffff!, mejor esto me lo callo porque suena mucho a la picia del “sólo sí es sí” para que sigan echándole la culpa exclusiva a Irene Montero y no al consejo de ministros en pleno que fue quién la llevó al Congreso y, además, luego la votó también). Pero ¡y lo bien que queda que a uno le atribuyan la iniciativa de promulgar en España la Ley de Paridad! Es como si en mi persona se fundieran héroes populares de la talla de Don Quijote, Supermán, el capitán Trueno y el Guerrero del antifaz al mismo tiempo. Si Montero no es capaz, sino todo lo contrario, de reunir en un solo grupo a todas las mujeres en fechas tan señaladas como el 8-M, ya me encargaré yo de hacerlo en años venideros.

Ya sé que no casa muy bien esto de la paridad con los conceptos de capacidad, experiencia y mérito, que las mujeres tienen en igual o mayor nivel que sus pares masculinos. A ver cómo justifico yo que, en un Instituto de Biología Molecular, por ejemplo, se tenga que imponer a la fuerza que se incluyan compañeras investigadoras que lo mismo no han oído hablar en su vida de lo que es una molécula. Pero bueno, no demos pistas a la derechona cobarde que lo mismo empiezan a montármela ya en el Congreso o en el Senado. Y digo bien, en la Carrera de San Jerónimo o en la Plaza de la Marina Española, porque en la calle no se atreven desde que Fraga dejó el ministerio del Interior. Hoy la calle es mía, bueno y de Pablo (Iglesias), que de eso de agitar a las masas también sabe un poco.

A mí, con que me llegue el “efecto paridad” hasta finales de mayo, fecha de celebración de las autonómicas y las locales, me basta. Poder lanzar por aquí y por allí, en plazas, cines, polideportivos y centros culturales esto de que la incorporación de la mujer al trabajo se debe si no en exclusiva sí fundamentalmente a mis políticas, mola mucho. Y seguro que la mayor parte de los públicos mitineros desconocen que a principios de los 90 las mujeres incorporadas al mercado de trabajo en España eran unos 4 millones, mientras que hoy son más de 9 millones. Y, claro, esa diferencia no puedo atribuírmela exclusivamente. O que la tasa de actividad femenina, que era de un 25 por ciento también a principios de los 90 supera ahora el 53 por ciento.

Sé que luego el PP, Vox, incluso Ciudadanos, presentarán ante el TC algún recurso de inconstitucionalidad porque mi ley infringe algún principio marcado en la Constitución del 78 (¡eso me recuerda que tengo que abolirla cuanto antes!), pero se olvidan de que allí tengo a Cándido Conde Pumpido, ese juez al que no le importaba mancharse la toga con el polvo del camino cuando era Fiscal General del Estado, y que seguro que sabrá defender los principios del presidente que ha propiciado cumplir con sus sueños de llegar hasta la más alta instancia jurisdiccional de la nación.

Con el carajal de leyes que estamos montando, no sé si mi adversario Alberto (Núñez Feijóo), será capaz si llega a sucederme en la Moncloa, como auguran las encuestas de estas fechas, de desmontar en poco tiempo todo este complejo legislativo que hemos ido levantando (Ley Celáa, abolición del delito de sedición, rebaja en el de malversación de fondos públicos, Ley de limitación del precio de los alquileres, Ley de la eutanasia, nueva Ley del aborto, Ley del “sólo sí es sí”, Trans, Universidades o Paridad, por citar solo las últimas leyes aprobadas).

Y ahora vamos a dejarnos de alaracas y victorias y vamos a ver si nos ocupamos con mi legión de asesores, a ver qué estrategia aplicamos a esos chicos de The objetive.com, que andan últimamente dedicándose a leer mi tesis doctoral para descubrir una vez más mis contradicciones. Ahora van y titulan que “Sánchez presumió en su tesis doctoral de las ventajas fiscales que Zapatero dio al IBEX 35”, para añadir más adelante que “postuló en 2012 la cultura de la internacionalización empresarial, de la que dijo que era una apuesta estratégica”. Mis palabras y actitudes contra Del Pino y Ferrrovial veo que me van a costar caras. Por lo menos de puertas adentro, que hay que ver como se me ha puesto también la CEOE. Pero en Bruselas, que es lo que cuenta, no me van ni a piar. Los tengo a todos controladitos. Y ahora que voy a ocupar la presidencia de la UE, a partir de julio, más aún.

Vamos a dejarlo por ahora y empleémonos en tirar unos cuantos triples a la canasta de Moncloa para seguir manteniendo eso de mens sana in corpore sano. A esto no me gana ni Zapatero.