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Isabel

martes 25 de julio de 2023, 11:40h
Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, en una entrevista de 'Madridiario'
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Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, en una entrevista de 'Madridiario' (Foto: Chema Barroso (MDO))

La hemos llamado siempre por su apellido, Ayuso o Díaz Ayuso. Yo prefiero llamarla aquí por su nombre de pila, Isabel. La hemos conocido como política de raza, haciendo frente, con la misma valentía que falta de complejos, al autócrata que singularmente los madrileños hemos padecido como presidente del gobierno durante estos últimos cinco años, pero hace solo unos días que la hemos descubierto como gran ser humano, como mujer que acaba de perder un hijo que llevaba en su seno, de apenas 8 semanas por un aborto espontáneo.

Y a raíz de ello, hemos vuelto a ver que entre nosotros hay también miserables que, últimamente, parecen refugiarse principalmente en las redes, unas veces escudándose en el anonimato, y otras dando la cara para mostrar su peor perfil, insultando a la presidenta de Madrid y hasta alegrándose, según confesión propia, de que su maternidad se haya ido al traste. ¿Hay peor forma de manifestar la vileza que algunos mantienen concentrada en lo peor de sí mismos?

Pero también hemos podido descubrir con tanta sorpresa como alegría, que hasta los adversarios políticos en la Comunidad de Madrid apartan a un lado sus diferencias para mostrarse cercanos y cariñosos con la presidenta. Ese ha sido el caso de Juan Lobato, Rocío Monasterio y, lo que aún es más sorprendente porque hasta ahora parecían adversarias irreconciliables, Mónica García, la líder de la oposición y portavoz de Más Madrid en la Asamblea regional, que se acercó a Isabel para fundirse en un sentido abrazo para expresarle su apoyo personal por las difíciles circunstancias que ha atravesado la presidenta.

Es verdad que el duro episodio vivido por Díaz Ayuso se ha vivido y se vivirá en el seno de muchas familias que ven como se pierde la vida de un hijo que esperaban. Ni una política, ni una artista o una escritora, pongamos por caso, son seres venidos de Marte por mucho que pueda parecer al ciudadano que se encuentra ante seres a quienes no parecen afectarles los males cotidianos de cualquiera. No es así, y lo hemos visto con Díaz Ayuso, desaparecida durante semanas y en plena campaña electoral municipal y autonómica. Ahora se ven muy claras las causas de ese silencio: el intento por preservar la vida del hijo que llevaba en sus entrañas.

Y, aunque no ha podido llegar a un final feliz, Isabel ha reavivado una reacción netamente humana entre sus adversarios políticos. Hay momentos en que la rivalidad hay que dejarla a un lado y centrarse en lo que verdaderamente une a las personas, independientemente de su color político, sus creencias o descreencias religiosas o el color de sus equipos de fútbol –asunto este que últimamente se ha transformado casi en razón de estado–. Reconfortan, de verdad, gestos así que en algún momento había pensado que no íbamos a poder presenciar de nuevo.

Tal es el odio y el revanchismo que la era Pedro Sánchez ha ido sembrando entre la población española, que hace ya mucho tiempo que no veía públicamente gestos tan humanos y cercanos como los que hemos podido presenciar tras el desgraciado final del embarazo de la presidenta madrileña. Y lo digo porque a nadie se le escapa que son muchos los madrileños, y los españoles en general, que han venido guardando muy mucho expresar en público sus legítimas opiniones para evitar así la lluvia de improperios, desprecios, insultos y aislamiento social que se les había podido venir encima, sobre todo a través de las redes. No había sido así hasta ahora en una España democrática y plural, que creíamos que había enterrado ya con la Constitución de 1978 los odios generados por la contienda civil española, y desde entonces, ya sin vencedores ni vencidos, todos los ciudadanos han podido manifestar libremente sus opiniones, sus filias y sus fobias sin más límite que el marcado por la ley.

Quiera Dios que gestos tan humanos como los que hemos podido presenciar estos días en torno a la presidenta madrileña, sean el comienzo de un nuevo tiempo político en el que los adversarios no vuelvan ya a convertirse nunca más en enemigos.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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