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La extraña amistad entre Vladimir Putin y Yevgueni Prigozhin

martes 01 de agosto de 2023, 12:16h

Hay días que a uno le gustaría no haber nacido. Me temo que algo parecido debió rondar por la cabeza de Vladimir Vladimirovich Putin el día 24 de junio de 2023, sin duda uno de los más trágicos de su larga vida política, al menos desde que llegara al poder absoluto en Rusia, a partir del año 2000.

Ese día, en plena guerra de invasión de Ucrania, un Grupo de unos 25. 000 mercenarios capitaneados por Yevgueni Prigozhin, que todo el mundo conoce como Grupo Wagner, se sublevó ante las autoridades militares rusas y emprendió un camino decidido hacia Moscú que, no sólo puso nervioso al ejército, sino también al mismo presidente Putin, que inicialmente tomó un avión con rumbo desconocido ante el cariz que iban tomando los acontecimientos.

Nada hacía presumir que un amigo personal de Putin, un fiel servidor del presidente ruso, iba a salir por peteneras ante el pulso que, desde hacía ya algún tiempo, venía manteniendo con el ministro de Defensa, Serguei Shoigu. Un error de cálculo del jefe del Grupo Wagner, que pensaba que contaba con el apoyo inequívoco de su amigo Vladimir, le obligó a tomar la decisión de sublevarse contra el Kremlin. Antes, según venía declarando Prigozhin ante la prensa internacional, sus tropas habían sido bombardeadas por orden expresa de Moscú que, al parecer, sospechaba que Wagner había llegado a algún tipo de acuerdo con las autoridades militares ucranianas.

El oscurantismo que rodea generalmente al régimen ruso no permite juzgar siempre hechos conocidos, y este es uno de esos hechos que entran más en el campo de las sospechas de los observadores de la política rusa, que en el terreno de los hechos probados. Al parecer, el ministro ruso de Defensa, Serguei Shoigu, había planteado a Putin disolver al Grupo Wagner e integrarlo dentro de las tropas regulares rusas, un movimiento contra el que estaba frontalmente en desacuerdo Prigozhin, que no vio mejor réplica que la de plantearle un órdago al ejército ruso con esa huída hacia adelante que, a juicio de muchos observadores internacionales, puso al borde de una guerra civil al país.

Así debió pensarlo también el servicio de seguridad nacional ruso, FSB, que puso en guardia a las autoridades del país, advirtiéndoles que se había abierto un caso penal en contra de Yevgueni Prigozhin por incitar a la rebelión armada. Sus declaraciones son "llamamientos al inicio de un conflicto civil armado en territorio ruso", según señalaba el servicio.

La providencial intervención en el conflicto interno de un buen amigo de Rusia, el presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, persuadió a Prigozhin de no llevar su iniciativa hasta las últimas consecuencias, al tiempo que le daba todo tipo de garantías de salvaguardar su integridad personal y de que tampoco habría represalias contra sus hombres.

Y así, de forma tan surrealista como sorprendente, parecía darse por zanjado este extraño conflicto que tuvo en vilo a medio mundo. Al fin y al cabo, a las fuerzas occidentales, que atacan frontalmente las políticas expansionistas de Putin, a la hora de la verdad, les parece mejor “lo malo conocido”, que “lo bueno por conocer”.

Peculiar

Prigozhin tiene tras de sí una biografía verdaderamente curiosa. Pasó a convertirse de cocinero del Kremlim a un oligarca, después de que sus negocios de hostelería en San Petersburgo fueran viento en popa. Probablemente Putin, que es natural de la antigua capital zarista, daría un empujoncito a su amigo para que culminase con éxito su frenética carrera como empresario hostelero. Claro que, favor con favor se paga y el presidente le pidió a su amigo que le ayudara a planificar y ejecutar una campaña de desinformación en las elecciones estadounidenses. Y de ahí, en un tercer salto mortal, Prigozhin se convirtió en el líder del Grupo Wagner, un cuerpo de mercenarios estupendamente adiestrados y pagados, que ha servido a Rusia para incrementar notablemente su influencia en zonas de África (Mali, Sudán, Níger o República Centroafricana). Y la efectividad letal de Wagner en tierras africanas hizo pensar a Putin que bien podría recurrir a utilizarlo también para llevar a cabo operaciones sucias en la guerra de Ucrania que, de paso, evitaría al Kremlim tener que justificar la llegada a Moscú de miles y miles de cadáveres de soldados rusos, lo cual habría puesto inmediatamente a la opinión publica en contra de su presidente.

Lo que es evidente es que el liderazgo de Putin en la república rusa no es tan férreo como se pensaba en Occidente, y tampoco el poder del ministerio de Defensa del país, que ha sido puesto en solfa por la intervención de varios miles de mercenarios cuyo futuro, por cierto, ya veremos si está tan a salvo como ha acordado su jefe con Aleksandr Lukashenko, y sobre todo, si las autoridades rusas están dispuestas a seguir manteniendo en primera línea de batalla a soldados que sirven al mejor postor y no a su ejército, aún a costa de asumir una clara impopularidad a medida que la guerra con Ucrania se va prolongando en el tiempo.

Por lo pronto, y para seguir incrementando el esperpento que supone esa extraña amistad entre Putin y Prigozhin, este se ha dado el capricho de reaparecer hace unos días en San Petersburgo durante una cumbre Rusia-África, algunos de cuyos participantes se hospedaron en uno de los hoteles del magnate ruso. Las preguntas surgen rápidamente, ¿Qué hacía allí el líder del Grupo Wagner cuando este no había sido invitado oficialmente a ella? Y una segunda ¿No habíamos quedado en que Prigozhin se encuentra, en teoría, exiliado en Bielorrusia? Demasiadas contradicciones y demasiado claras como para creerse una sola palabra de las informaciones lanzadas desde el Kremlim sobre el amigo del presidente.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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