Propongo que, desde ya, este país llamado España pase de una vez a denominarse Carpetovetonia. Lo chusco, el esperpento, la falacia, el chiste fácil, la incultura y las groserías intelectuales han pasado ya a ser señal de identidad patria y eso no casa para nada con el pasado cultural español, lleno de grandes nombres en la literatura, la música, el teatro, el pensamiento, la pintura o la escultura, pongamos por caso. Al desliz -seamos ingenuos por una vez-, del presidente Sánchez en Kenia confundiendo al país y a su presidente con Senegal, un día después le envidó la jugada Núñez Feijóo confundiendo título y fecha de publicación de 1984 de George Orwell.
Pero el presidente español, que juega siempre al “¡y yo más!”, patinó de nuevo unas horas después en Sevilla durante la celebración de las cuatro décadas de la llegada del PSOE al poder citando unos versos llenos de fuerza ('De todas las historias de la historia, la más triste, sin duda, es la de España, porque termina mal’), que siempre queda bien, pero atribuyéndolos a Blas de Otero en lugar de a Jaime Gil de Biedma, autor de los versos del poema Apología y Petición, del libro Moralidades. Va a haber que ir pensando en incrementar los 700 asesores de Moncloa porque fallos de este tipo no pueden volver a producirse más…
Pero, no nos engañemos, llueve sobre mojado. Los dos líderes, el del partido de gobierno y el de la oposición, no son los primeros y tampoco han querido ser menos que el exvicepresidente, exdiputado y exprofesor, Pablo Iglesias Turrión que, en un debate con Albert Rivera en la Universidad Carlos III recomendó a un alumno que leyese Ética de la razón pura, de Immanuel Kant, filósofo que nunca escribió ese libro sino la Crítica de la razón pura. Mientras que sí trató de ética en Crítica de la razón práctica.
Visto lo visto, nuestros políticos se han buscado modelos tan brillantes e imitables como el de Sofía Mazagatos, que en su momento aseguró que Mario Vargas Llosa era uno de sus autores favoritos: “Le sigo desde hace tiempo, pero aún no he leído nada suyo”, confesó la cándida lectora.
No le vendría nada mal a Pedro Sánchez repasar un poco la geografía que dio en Secundaria; a Feijóo leer de verdad 1984 para conocer con sorprendente precisión matemática los probables pasos siguientes que va a dar el presidente del gobierno; y a Iglesias que vaya un poco menos de sobrado y a reconocer con humildad franciscana que no tiene ni repajolera idea de Kant porque en su vida ha abierto un libro suyo. Y a los electores españoles a pensarse muy bien, de aquí en adelante, a quienes votan para gestionar sus propios intereses. Recuerdo al respecto que, en cierta y reciente legislatura -no hace tanto tiempo-, el filósofo vasco Fernando Savater, que concurría por la demarcación de Madrid al Senado no obtuvo el escaño porque los electores madrileños, probablemente, no lo conocían, o porque estos prefirieron votar al vecino del barrio, aunque no sepa hacer la ‘o’ con un canuto.
Uno creía que, a nuestros representantes políticos, sacándoles del argumentario elaborado
ad hoc en el seno de sus gabinetes respectivos, no daban ni una. Ahora comprobamos, no sin desazón y hasta rubor, que no aciertan ni con los argumentarios delante. Aviso a navegantes –atentos en Moncloa, Ferraz y Génova-, de que hay estupendos diccionarios de citas si uno quiere dar el pego de ser un tipo leído, casi casi erudito. Pero, claro, lo malo es que hay que saber leer y, además, leerlo. Luego nos quejaremos de que la cosa pública nos vaya como nos va.
Si (
No(
