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Non plus, Oltra

sábado 18 de junio de 2022, 10:09h

Eso de la “superioridad moral” de la izquierda no es coña, no es tampoco un bulo, es una verdad constatable cada vez que algún affaire toca de lleno a cualquiera de sus líderes. El último, la imputación de la vicepresidenta y Portavoz del Gobierno valenciano, Mónica Oltra, que es también el alter ego en Valencia de la vicepresidenta mayor del reino, Yolanda Díaz, a quien este asunto le ha pillado con el pie cambiado y la sonrisa congelada porque, al menos hasta la hora de escribir estas líneas, aún no ha dicho ni esta boca es mía sobre el particular.

Tiene gracia -si no miga-, ver cómo los líderes y las lideresas de la izquierda clásica o de esta nueva izquierda guay y caviar esconden la cabeza bajo el ala cuando se les pregunta sobre su postura frente a hechos de tanta responsabilidad política como el encubrimiento de los abusos sexuales cometidos por el entonces marido de Mónica Oltra contra una menor tutelada. Aún resuenan las palabras de la vicepresidenta en contra del entonces presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, por una acusación de corrupción vinculada al caso Gürtel, al atribuírsele haber pagado con fondos públicos varios trajes. Que yo sepa, el señor Camps fue absuelto y, sin embargo, dimitió.

Lo curioso es que en todos los códigos éticos o de conducta de partidos de derechas y de izquierdas aparece bien subrayado y en rojo la exigencia, la obligación de dimitir cuando alguno de sus cargos es imputado judicialmente –investigado, se dice ahora-. Es lógico porque, de no ser así, una posible condena posterior no se quedaría en el imputado o imputada, sino que alcanzaría también y de lleno al mismo partido. Por eso, llegado a este punto, lo mejor es dimitir, como la misma señora Oltra exigía a miembros de la Generalitat valenciana cuando ella estaba en la oposición hace ya unos 10 años.

De todas formas, independientemente del sentido de la sentencia que, en su día, dicte el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, la cabeza de Oltra huele a pólvora desde el mismo momento en que la opinión pública ha sabido de su participación en diversas actuaciones contra la menor abusada urdidas desde la misma consejería dirigida por la política de Compromís –lo dice la Fiscalía y lo dice el juez, no nosotros-, orientadas a desacreditar la versión de la menor con objeto de tapar el abuso del que entonces seguía siendo su marido, o para proteger su propia trayectoria política al frente de Compromís.

Flaco favor hace Mónica Oltra a su presidente, Ximo Puig, que estos días anda poniéndose de perfil, al más puro estilo sanchista (“a mí que me registren…”), y recurriendo a los típicos y tópicos argumentos del sumo respeto a la Justicia, de tener paciencia y dejar a los jueces que hagan su trabajo, y bla, bla, bla… Respeto sí, sobre todo si las sentencias de los tribunales son las que les favorecen políticamente porque cuando sucede lo contrario -véase la sentencia contundente dictada por el Tribunal Supremo contra los golpistas catalanes-, las autoridades políticas correspondientes hacen el pino puente, si es necesario, para darle la vuelta a la misma y acabar saliéndose con la suya.

Tampoco el señor Puig está en disposición de quitarse de en medio a su vicepresidenta porque Compromís lo tiene cogido por semejante parte para poder mantenerse en la presidencia del gobierno valenciano. Y, además, no corren buenos tiempos tampoco para Puig, acorralado como está ante los indicios claros de favorecer a su propio hermano en negocios vinculados a la Generalitat, por un lado, y a un nuevo caso -el enésimo ya-, de financiación ilegal del Partido Socialista Valenciano. En sentido contrario puede decirse lo mismo porque son más de 100 los altos cargos de Compromís colocados en la Generalitat. Eso es lo que se dice verdadero equilibrio de poder.

Aún así, no está demás recordarle tanto a Puig como a Oltra -léase Partido Socialista y Compromís-, que las elecciones autonómicas y municipales son el año que viene y el estallido de cualquiera de los tres reveses -si es que no los tres juntos-, van a restar muchos votos a sus agrupaciones políticas respectivas que, probablemente, no les dejará revalidar su permanencia al frente de la Generalitat.

Lo que está claro es que aquí nadie se aplica el cuento a sí mismo que, por otra parte, exige con la misma vehemencia que convicción cuando se trata de pedirlo al adversario político. Y es que -al menos en el caso que nos ocupa-, no es lo mismo decir “non plus ultra” que “non plus, Oltra”. La vicepresidenta valenciana no dimitirá fácilmente, volverá a hacer una interpretación más que favorable a su persona de la supuesta ética política y volverá al fantasma de la extrema derecha y todo eso para justificar su inamovible postura. Pero vamos a ver si Díaz, la suprema lideresa de la izquierda guay acaba diciéndoselo a su compañera y amiga, sea ya por razones éticas o de conveniencia política para esa nueva plataforma de izquierdas que está intentando lanzar estos meses. A nosotros nos corresponde únicamente señalar las deficiencias del sistema y de quienes lo usan y lo manipulan a conveniencia. Y también, claro, esperar pacientemente a ver desfilar sus cadáveres políticos cuando sus contradicciones sean ya más que insostenibles.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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