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Semana de dimisiones

jueves 21 de julio de 2022, 09:57h

En julio del año pasado vimos como el primer gobierno Sánchez saltaba por los aires y nombres tan intocables como los de Calvo, Ábalos, Campos, Redondo o Laia se sumaban al que hasta dos meses antes era el enfant terrible del ejecutivo, Pablo Iglesias. A un Sánchez eminentemente pragmático no le importó nada dejar unos cuantos cadáveres políticos por el camino, sobre todo si con ellos la figura del presidente seguía siendo intocable.

Si a esas alturas de coalición alguno aún no había aprendido la lección de que aquí el único que nunca se equivoca es el presidente, la aprendió a cuenta de la pérdida de su cartera ministerial. Así no la olvidaría jamás y, de paso, el resto de los miembros del gabinete y sus nuevos compañeros –los que sustituían a los cesados o dimitidos-, seguro que tomaban buena nota de que en España no gobierna más que Pedro Sánchez. El resto de ministros no son más que escudos que, en un momento dado, servirán para exculpar al supremo líder.

Un año después vuelve el baile de las dimisiones y acaso también de los ceses. Aún no alcanzan al consejo de ministros, pero todo se andará. Y en cuestión de días. Por el momento han afectado al partido y a la Fiscalía General del Estado (FGE). El lunes 18 de julio Adriana Lastra, número dos del partido, justificaba públicamente su decisión en base a su embarazo de alto riesgo. Un día después Dolores Delgado, la personificación de uno de los muchos atropellos institucionales de Sánchez, dimitía también aduciendo problemas de salud, en base a una operación de columna vertebral que había sufrido un par de meses antes.

Excusa nada feminista la de Lastra que, más bien, escondía su tremendo enfado por haber sido defenestrada como portavoz del PSOE en el Congreso, y para no ser el nuevo blanco del enfado aún mayor de su jefe Sánchez por los horrorosos resultados electorales del mes pasado en Andalucía (¡Y eso que no había que leerlos en clave nacional!). Lastra había caído en desgracia porque –recuérdese el artículo 1º del sanchismo, “la persona del presidente y secretario general del partido nunca se equivoca”-, y antes de que Sánchez la relegase a un puesto florero en el partido, se agarró a su embarazo para quitarse de en medio con una tan cierta como dudosa dignidad política.

La de Dolores Delgado, sin embargo, es una dimisión interesada, no se confundan. No es que la que fuera ministro de Justicia y diputada en el Congreso lance ahora la toalla, cansada ya de recibir críticas tanto de los partidos de la oposición como de dos de las tres asociaciones de fiscales, así como del CGPJ («¿La Fiscalía de quién depende? Pues eso, del gobierno...»), por haber asumido el difícil desafío de asaltar el poder judicial que, sin rubor alguno, le había encargado Sánchez.

No, no es eso. La utilidad y la docilidad con el gobierno por parte de la Fiscalía del Estado sigue asegurada con el nombramiento del número dos de la institución, y mano derecha de Delgado, Álvaro García Ortiz. Un nombramiento que ha suscitado «estupefacción» y «sorpresa» entre un sector mayoritario de la carrera fiscal que se teme que, en el fondo, lo que se esconce tras esta dimisión es asegurarse que Delgado vaya a ser nombrada fiscal de Memoria Democrática, una forma segura de entrar al Tribunal Supremo y, en consecuencia, de incrementar notablemente la nómina de la ddimitida por razones de salud .

No se olviden los lectores ingenuos -si es que a estas alturas del partido aún queda alguno-, que don Pedro no da nunca puntada sin hilo. Y, ahora que lo pienso mejor, lo mismo está iniciando el doble juego de seguir haciendo su santa voluntad, por un lado, y de aprovechar la oportunidad para instruir a los españoles en la tercera conjugación de los verbos, a partir del de “dimitir”: …tú dimites, él / ella dimite… Obsérvese que, en su caso, la primera persona del singular está exenta de esta acción. O sea, “yo no dimito”.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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