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La gran traición: cómo las élites europeas nos conducen a la guerra y la ruina

lunes 03 de noviembre de 2025, 08:22h

Es hora de llamar a las cosas por su nombre. En toda la Unión Europea, nos gobiernan estúpidos vendidos a los intereses de Estados Unidos. Y sus llamadas “alternativas” dentro del circo parlamentario sean de uno u otro signo, son, simple y llanamente, igual de estúpidas y vendidas. Nos encontramos gobernados por una clase política uniforme, un partido único con distintas facciones –desde la socialdemocracia capituladora y quienes afirman estar a su izquierda, hasta la derecha reaccionaria– que comparten un único y funesto plan para nuestro futuro: la guerra. La guerra contra Rusia, la guerra híbrida contra China, y la guerra interna contra el bienestar de sus propios pueblos.

Esta élite, incluidos aquellos que se visten con los harapos de una izquierda debilitada y sin rumbo, es absolutamente incapaz de proponer soluciones valientes que nos saquen de la ruina social y económica a la que nos conducen. Su estrategia para solventar las crisis estructurales de Europa no pasa por la soberanía económica, la planificación o la cooperación, sino por la sumisión al proyecto hegemónico de Washington y la escalada bélica. Y es crucial entenderlo: defender la paz y una posición geoestratégica independiente no es un tema de activistas ingenuos; es la condición sine qua non para proteger los salarios, los servicios públicos y la dignidad de vida de las clases trabajadoras y populares de Europa y, por supuesto, del Reino de España.

Su Único Plan: La Guerra y el Desguace Social

El proyecto del partido único europeo es diáfano. Mientras la retórica oficial habla de resiliencia, transición verde y valores, la práctica concreta es el rearme. Se financian ejércitos y se envían armas a Ucrania, mientras se nos dice que no hay dinero para mantener el sistema público de pensiones, que la sanidad universal es insostenible y que la educación pública debe ser “eficiente”. Quieren que paguemos su guerra con nuestros derechos.

Pero el desguace no para ahí. Nuestros sueldos se deprecian porque se ha renunciado deliberadamente a controlar los mercados y a cualquier atisbo de planificación económica que ponga freno a la voracidad del capital. En nombre de un ecologismo de salón, que en realidad es la coartada perfecta para el nuevo capitalismo verde, se cierran nuestras industrias estratégicas, se arruina nuestra agricultura tradicional y se nos prohíbe tener acceso a una energía propia y barata. Se deslocaliza la producción y luego se nos sermonean sobre la huella de carbono.

El resultado es la destrucción sistemática de nuestro futuro. Se ha imposibilitado que las mujeres que deseen ser madres puedan serlo, por la precariedad laboral y la inexistencia de apoyos sociales. El trabajo se ha uberizado, esclavizando a una generación entera de jóvenes, convertidos en jornaleros digitales condenados a malvivir de por vida, sin horizonte de emancipación y sin saber siquiera que lo son.

La Gran Farsa Mediática y el “Rusia es Culpable”

En todo este proceso de desmontaje civilizatorio, los medios de comunicación corporativos europeos cumplen su rol de guardianes del dogma. Nos mienten, nos desinforman, nos intoxican. Da igual si la propaganda viene empaquetada por el globalismo de George Soros o por el trumpismo ultraderechista: el mensaje de fondo es idéntico. Nos distraen con guerras culturales y enfrentamientos estériles, mientras allanan el camino para el consenso bélico.

Han resucitado, en la práctica, la vieja consigna falangista de 1940 que justificó el envío de la División Azul: “Rusia es culpable”. Se ha convertido en el mantra indiscutible que cierra cualquier debate. Cualquier análisis de las causas profundas del conflicto, cualquier llamada a la diplomacia, es inmediatamente tachado de “propaganda putinista”. Es un mecanismo de control mental tan burdo como efectivo.

La Complicidad Criminal y el Saqueo Neocolonial

La complicidad de la UE con el ente sionista en la masacre y ocupación colonial de Palestina es una mancha indeleble en su pretendida superioridad moral. Mientras Gaza es arrasada y Cisjordania violentamente ocupada, Bruselas emite declaraciones tibias y continúa tratando a Israel como un socio privilegiado. Ahora, ante la firmeza de la resistencia en Líbano y un Hezbolá renovado y más fortalecido que nunca, que se niega a rendirse ante un sionismo al que ya ha derrotado en el campo de batalla, la UE vuelve a alinearse con el agresor. De la misma forma que la UE y el reino de España apoyan al reino de Marruecos en su colonización del Sahara Occidental atacando al pueblo saharaui al implementar el plan Trump en contra de la voluntad del panafricanismo, por mucho que la ONU avale esta agresión imperialista.

Paralelamente, la intervención europea en África tiene un objetivo claro: impedir a toda costa que el continente se alinee con los BRICS y establezca acuerdos de desarrollo mutuo con China. Europa no quiere un África próspera, soberana y sin pobreza. Lo que quiere es un África miserable, para importar mano de obra esclava en condiciones de explotación extrema y, al mismo tiempo, saquear sus materias primas y riquezas minerales. Su solución para África son los cayucos y el expolio. Es el regreso al colonialismo más descarnado, disfrazado de cooperación.

El Callejón Sin Salida del Sistema y la Única Dirección Posible

Apoyar a estas élites suicidas es seguir el camino de los perdedores. Nos llevan al desastre y encima nos piden que, como colmo del absurdo, contemplemos como alternativa al matonismo grotesco y ridículo de un Donald Trump. Nos venden que somos la reserva de la democracia y los derechos humanos, mientras avanzan planes de censura y promueven el auge controlado de las extremas derechas, un fenómeno orquestado por las burguesías para mantener su poder dividiendo a las clases populares.

Sin embargo, surgen destellos de lucidez. La llamada a la huelga general en Italia contra el rearme es un ejemplo. La clase trabajadora debe tomar conciencia de que, en el actual modelo, no somos más que siervos que trabajan en contra de sus propios intereses.

Es vital desmontar las mentiras fundacionales de este despropósito. Rusia no quiere invadirnos. Es una idea estúpida, como valientemente señaló Robert Fico, el primer ministro eslovaco. China no es nuestro enemigo. Todo lo contrario: puede y debe ser un aliado de gran ayuda. A diferencia de Estados Unidos, China no nos obliga a comprar sus armas ni a someter nuestra política exterior a sus intereses. Es un socio más fiable y provechoso: no pone aranceles abusivos, nos compra cada vez más y su inversión en infraestructuras críticas, como los grandes puertos españoles, es un hecho.

El futuro, el único posible para la prosperidad y la paz de los pueblos de Europa, está en la dirección diametralmente opuesta a donde nos quieren llevar ellos. Está en la cooperación con los BRICS, en la multipolaridad, en la recuperación de la soberanía nacional y popular, y en una alianza de mutuo beneficio con las potencias emergentes. El camino actual nos conduce al abismo. Es hora de dar la espalda a todos y a todas estas inútiles, y tomar nosotros las riendas de nuestro destino. Nuestra dignidad y nuestra supervivencia dependen de ello.

Carlos Martínez García

Politólogo y ex portuario. Miembro de la plataforma socialista pro PSF.

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