Matemáticas sí, líderes empresariales lloricas no

No estamos llegando al pico, a la meseta o al punto de recesión, al menos no es la conclusión que se puede sacar de los datos. Ya sabemos que hay mentiras, malditas mentiras y estadísticas, y nos estamos encontrando con el caso Yo me como un pollo, tú miras y estadísticamente nos hemos comido medio cada uno.

Que los ingresos hospitalarios estén disminuyendo no significa que el virus se haya pirado a la Luna, simplemente significa que la cuarentena ha conseguido encerrarlo en las casas y que no circule por la calle.

Aquellos infectados y recluidos que han mostrado síntomas graves, han pasado a ingreso hospitalario; pero los infectados no afectados siguen en casa y siguen siendo vectores de contagio activos. Es decir, los ingresos hospitalarios bajan porque en casa van quedando los agentes transmisores del patógeno asintomáticos o con síntomas leves, no porque estemos ganando la batalla al virus. Eso es falaz.

El dato real son los fallecidos diarios. Tal vez llegue un día en que no haya ingresos hospitalarios y que se dé de alta o se entierre al último de los afectados actuales, pero el dinosaurio seguirá ahí en forma de virus porque el 80% de los infectados no lo sufre con gravedad, pero lo expande.

Lo único que hemos hecho hasta ahora es evitar el colapso del sistema sanitario, cosa que habría ocurrido si siguiéramos en la calle. Lo que no estamos haciendo ni por asomo es combatir al virus, quede claro este punto.

Si se permite la salida de la gente -que no se hará, no se engañe nadie, por más que las palabras de los ministros así lo sugieran-, simplemente regresaríamos al 15 de Marzo y todo lo hecho habría servido de poco.

Nos venderán la meseta, el pico y la caída del número de casos, pero no debemos “comprar” que estemos sustancialmente mejor que antes: el virus está en las casas, esperando a salir y volver a expandirse. La única solución, pues, es el testeo masivo de la población o lo que se ha llamado la solución coreana. Y es lo que acabarán haciendo, pero deben decirlo ya y decirnos a todos que el día 10 de abril no se va a salir a la calle y mucho menos con normalidad. La presión de los empresarios es mucha, solo hay que verlos rezongar emisora por emisora, pero hay algo que debemos tener presente: sin economía puede haber gente, pero sin gente no puede haber economía; es de primero de Perogrullo.

No va a haber una vacuna antes del período Marzo-Julio 2021, y será la vacuna desarrollada con más rapidez de la historia. Hasta entonces, lo único sensato es detectar a los contagiados asintomáticos y aislarlos de los sanos o no contagiados. A partir de aquí, veremos cómo y quién regresa a la normalidad, pero será una normalidad rara como ya expliqué en mi anterior columna.

El gran empresariado debe hacer algo más que lloriquear por las teles, tal vez empezar a establecer de manera seria y profesional sistemas de teletrabajo. Para hacernos una idea de lo que digo, un trabajador puede manejar cualquier hardware en remoto con el debido equipo en su casa, lo que permitirá dejar en planta el número mínimo de operarios, fundamentalmente, gente de mantenimiento. Eso es teletrabajo y no esto de ahora, con nuestras wifis sin fuerza, con nuestros portátiles sin capacidad para procesar software potente, intentando que el whatsapp haga las veces de compañero soluciona-problemas.

Muy probablemente el mundo va a cambiar y lo primero que cambiará son los métodos de trabajo y enseñanza. Dominar a este bicho va a llevar unos dos años (está empezando el otoño en el hemisferio Sur y existe el riesgo cierto de que el Covid-19 se combine con un Influenzavirus-A, lo que sería como darle espinacas a Popeye), dos ciclos completos en los que todavía no sabemos cómo nos vamos a comportar socialmente.

En este cambio, pues, de maneras y modos, los robots van a ponerse en cabeza de la solución para que, estando jodidos de salud, la economía pueda seguir en marcha. Pero hace falta algo más que líderes empresariales llorones y los nuestros lo son.